HD Lab: La-Argentina-La-conquista-del-Rio-de-La-Plata-Poema-historico

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CANTO DECIMO-SEXTO. _Levàntase D. Diego de Mendoza en Santa Cruz de la Sierra; sale el Virey D. Francisco de Toledo del Perù, con gran ejército en su demanda._ Con su saber astuto y cauteloso, Sintiendo la pujanza que Adam lleva, Y viéndose no ser tan poderoso, Que pueda entrar con él en lucha y prueba, En el jardin de vida deleitoso, Satan tomó por medio á nuestra Eva, Que vencerle, sabia, no pudiera Si solo la batalla acometiera. Contra el hombre quedó Satan tan diestro Que si vencerle quiere con pujanza, Como viejo, sagaz y gran maestro, En una muger pone confianza; Y el caso que no puede muy siniestro, Por medio de muger puede y alcanza: De modo que de diez partes de males, Los nueve con muger causa cabales. Cuan claro aquesto vemos en el cuento Del pobre de D. Diego y de Zurita, Pues solo por poner muger asiento En el iglesia, y que otro se lo quita, Se comenzó tan gran levantamiento, Que al reyno del Perú plata infinita Le cuesta, y aun buen triunfo le costára Se él de Toledo no lo remediára. Las mugeres de aquestos dos trabadas, Comienzan de sembrar tan gran zizaña, Que yendo ya las cosas mal guiadas, Se fragua en poco tiempo gran maraña. El Zurita tenia desganadas Las gentes, y à D. Diego el diablo engaña: Al Zurita que manda allí, prendia, Y al Audiencia Real preso le envia. Un Diego Gomez, hombre marinero, Con su pretension mala le traía Al pobre de D. Diego al retortero; El Cabildo en aquesto le elegia, En el lugar que estaba de primero, Zurita, que á los Charcas habia ido: Pues veis Gobernador D. Diego alzado, Y el propio del gobierno despojado. Don Diego á los alcaldes prende luego, Con otros que condenar su designo, Y viendo alborotado andar el juego, Los Salazares salen de camino. La nueva al Perú vuela como fuego, Y el D. Diego con grande desatino Mató á los Salazares, procurando Quedarse para siempre gobernando. Don Francisco, virey de tanta fama, Y en servicio del Rey muy estimado, Sabido este negocio, echa de rama, Y en breve grande ejército ha juntado. A gente de valor y suerte llama, Y el hecho con presteza concertado: La cordillera se entra muy pujante, Echando un caballero de delante. Aqueste es D. Gabriel, que de su tierra Y sangre hereda esfuerzo Placentino: A Santa Cruz le envia de la Sierra Con gente de la suerte que convino, A que rompa por paces ó por guerra Del triste de D. Diego su destino, Despues, dando la vuelta, que pretenda En Ibitupuá ganar hacienda. Don Francisco se vá por otra parte, Por Presidente queda el de Quiñones: Aqueste caballero con gran arte El Audiencia regia y escuadrones, Temiendo de su industria el fiero Marte, De su sagacidad y discreciones: Que tanto era el ardid que allí mostraba, Que en la guerra las letras encumbraba. A Don Diego la nueva llega en esto, Que de parte del Rey se hace gente, De Santa Cruz se sale muy de presto A las horcas de Chaves diligente: En llegando despacha muy de presto En casa Ibitupuá, indio valiente, Diciéndoles, se junten mano armada, Y no dèn al Virey paso ni entrada. Que si el Virey se le entra por la tierra, Que vivirá en eterna servidumbre; Que habrá de conquistar toda la Sierra, Sin dejar lo mas alto de la cumbre: Que ahora podrá bien darle la guerra, Para librarse de esta pesadumbre; Que perfecta prudencia es y cordura, Gozar en la ocasion la coyuntura: El indio le responde, que guardase Su tierra, y que jamas no pretendiese, Que en cosa con los suyos le ayudase, Que allá D. Diego solo se lo hubiese. Que no tiene temor que nadie entrase En su tierra, por fuerza que trajese, Que de ánimos constantes tiene un muro, Y fuerza, con que vive muy seguro. Ibitupuá, ó _viento levantado_, Aqueste indio se llama, es de gran brio, Magnánimo, valiente y esforzado, De muy grande valor y señorio: En grande rectitud tiene su estado Sujeto por su esfuerzo y poderio: En toda la comarca es muy temido, Y muchos favorecen su partido. Entre los suyos hizo llamamiento, Y désque á todos juntos los tenia, Les hizo un concertado parlamento, Diciéndoles el fin que pretendia. "Aquesta tierra, dice, es nuestro asiento, A nadie de derecho otro venia; Por tanto el nuestro propio defendamos, Y la vida por él todos pongamos." "Yo he puesto diligencia en mis agueros Y hallo buen presagio en cuanto veo, Y espero que saldrán bien verdaderos, Cortados á medida del deseo: Y veros tan valientes y guerreros, Cual sé lo sois, y siempre yo lo veo, Me pone nuevas fuerzas y me anima A conquistar los Charcas, Cuzco y Lima." "Noticia tengo ya de como viene El soberbio cristiano, mano armada: En las horcas de Chaves se detiene Don Diego con su gente levantada, De todos el resguardo nos conviene, Y guardar nuestra tierra libertada; Que si cualquiera de ellos nos venciere, De nosotros hará lo que quisiere." Bebiendo de la chicha y del brevage, Que habia para ello el aparejo, Celebrado con grita y con corage De todos fué el acuerdo y el consejo. En medio de la junta, de buen trage Un indio se levanta, cano, viejo, Con manta que parece fina grana, Y en el brazo de plata una chipana. Aqueste con muy grande reverencia Al gran Cacique dijo, convenia Despachase con mucha diligencia A Condurillo.--Izoca: "mas valdria, Responde muy soberbio, sin paciencia, Matar toda la sangre vieja y fria, Pues quita á los osados corazones La causa de venganza y ocasiones." El viejo Tabobá con pecho fiero, A Izoca respondió: "mal has hablado, Contino la tuviste ser parlero, Sin seso, sin verguenza, deslenguado: A ti junto con otro compañero Haré entender quien soy en estacado." Izoca acude al arco que traía, De presto Ibitupuá los despartia. Las tazas andan tales y los mates, Que el acuerdo se vuelve en voceria; Allí se disputaban mil debates, Y cada cual su caso difería. Con borradas razones y dislates, El uno al otro dice vencería, Aunque traiga consigo por ayuda La isla Jamaíca y la Bermuda. Una India que las tazas ministraba, Muy vieja lagañosa y colmilluda, A todos los mancebos animaba Con su lengua mordaz y tartamuda: Entre otras muchas cosas que hablaba, Aquesta razon dice la barbuda: "En medio el Paraguay y Perú estamos Aquestos y á los otros resistamos." Gran grita y alarido levantaron Los indios en le oir estas razones: El dicho con aplauso celebraron, Cesaron diferentes opiniones. El consejo con gozo consumaron Conformes en el alma y corazones, Sujetándose al dicho de la vieja Y así cada cual dellos se apareja. El nuestro Paniagua placentino, Con gente muy lustrosa y muy lucida, Con ánimo de fuerte paladino Comenzó, como dije, su partida. Y tan pujante fué, que de camino La tierra á su diccion quedó rendida. Don Diego de esperarle ya cansado, A Santa Cruz, enfermo, se ha tornado. De manos y de pies Dios le ha tullido; Que es lástima de ver al caballero, Que aun obras naturales no ha podido Sin ayuda hacer de otro tercero. A Santa Cruz de vuelta ya venido, De D. Gabriel le viene un mensagero Con cartas del Virrey, y prometidas Del propio, y Gomez y Avila las vidas. Llegando D. Gabriel á aqueste puesto, Que las horcas de Chaves es llamado, Halló como D. Diego con el resto De su gente ya habia caminado. Las cartas despachando muy de presto, Con los suyos se queda allí alojado, Que adelante pasar no se podia, Que la tierra de aguas se cubria. A Santa Cruz las cartas llegan breve; El Avila ha ayudado en esta parte, Causando que se haga lo que debe Hacerse, aunque siguiera el estandarte Contrario: mas agora no se atreve, Por ver del de Toledo la grande arte, Y que el D. Diego está sin pies y manos, Y aquellos que le siguen son tiranos. El órden que se dió, que desistiese Del mando y del gobierno que tenia, Y al Cabildo y Consejo se le diese, Que aquestos dicen todos convenia. El Gomez, que fué causa que hiciese Don Diego la contada demasia, Y fuera al parecer su grande amigo, En viéndole sin mando, fué enemigo. Desiste, pues, D. Diego de su mando, Y deja que el Cabildo gobernase, Por aquesta manera procurando Que el Virrey su delito perdonase. Algunos de su parte y de su bando Le dicen al Virrey se presentase: Que en ver su poca culpa y su inocencia, Sin duda que usaria de clemencia. El Cabildo enviar procura luego A D. Gabriel la nueva de este hecho: Salgado sale ya sin grande ruego, Mas no sin gran doblez de inicuo pecho. De Santa Cruz, saliendo como fuego, A las horcas de Chaves vá derecho; Veinte mancebos lleva arcabuceros, Y mas cincuenta infantes muy guerreros. Don Diego del negocio ya arrepiso, Pensando de volver el juego en maña, A Salgado le ha dado por aviso, Que mate á D. Gabriel con su compaña. El indio Chiriguana nunca quiso Venir en el concierto y la maraña; Que si el indio en el concierto consintiera, Don Gabriel con su gente pereciera. El hecho de esta suerte se guiaba, Que llegado Salgado con su gente A donde D. Gabriel y el campo estaba, Seria recibido alegremente, Por el socorro y nuevas que llevaba: Y que despues, un dia de repente Marchando con los suyos el Salgado Revuelta sobre el campo descuidado. Con sus arcabuceros de delante Habia de ir Salgado y sus flecheros: Paniagua tras él con el restante En dos tercios, y que él con los primeros Revolviese á traicion, con tal semblante Que pensasen ser indios los postreros: Hicieran desta suerte todos alto, Y así Salgado diera un crudo asalto. Llegado, pues, Salgado donde estaban Paniagua y los suyos alojados, De todos con la nueva se holgaban, Por ver ir los negocios bien guiados: Y con esto de presto se aprestaban Para dar en los indios no domados: De Ibitupuá, digo, el valeroso, Valiente, astuto, sábio y belicoso. Salgado se ofreció que con su gente Irá en la delantera de contino, Recíbese su oferta alegremente, Que D. Gabriel no sabe su destino. Mas el malvado piensa prestamente En efecto poner su desatino; Y así para efectuar el crudo hecho Descubre con los suyos su mal pecho. Al tiempo, pues, que ya lo concertaba De dar en D. Gabriel que vá marchando, El indio guaraní lo revelaba, Que con Salgado iba caminando. Y aunque el Salgado bien se lo rogaba, No quiere el guaraní seguir su bando, Que dice, que de andar está cansado Tras D. Diego, que siempre le ha burlado. A D. Gabriel el caso refiriendo El guaraní con pecho y osadia, Y toda la maraña descubriendo, Que trabada Salgado ya tenia, Al tiempo que la iba mal tejiendo, El hilo conocido descubria El triste de Salgado, de tal suerte, Que vino á fenecerse con la muerte. Colgóle D. Gabriel y prestamente, Despacha á Santa Cruz de aquel paraje Los indios Guaranies, y la gente Que dije que vinieron, y un mensage A D. Diego le envia diligente, La palabra le dando y homenaje, Que venga, que al Virey hará servicio, Y que él le será en todo muy propicio. Don Diego en esto, y Avila pensando, Que en su negocio hacen mucho hecho, A los Charcas caminan, procurando Llevar siempre camino muy derecho. A D. Diego el temor le vá acusando, Aunque Avila le pone alegre pecho; Las aguas con gran fuerza le apuntaban, Y volverse por esto procuraban. Sabiendo en Santa Cruz como querian Volverse, porque el Gomez lo ha tratado, Diciendo que las aguas ya venian, Y no estaba el camino aparejado: A Diego Gomez presto le prendian Y al Audiencia le envian á recado. Don Diego no desiste del camino, Que tullido y enfermo á Mizque vino. Ibitupuá, que estaba muy pujante, Espera á Don Gabriel con pecho fiero: No viene el Placentino muy triunfante Que le quita la fuerza el mal tempero: Las aguas tambien mira de delante, Y el importuno tiempo venidero, Y viendo como todo le adversaba, Batalla solamente presentaba. Y aunque nunca romper ha procurado, Con todo, el enemigo se mostrando Tan fuerte, que á los nuestros ha apretado, Y del todo á romper les obligando Algunos rompimientos ha formado, En que lo mas seguro se llevando El Español, el bárbaro moria Cantando la victoria que perdia. Al fin, porque convino así hacerlo, Retíranse los nuestros, que imposible Al bárbaro será en breve vencerlo, Que habita en una tierra muy terrible: Lo que es mas principal para cogerlo, Y es cosa hacedera y muy posible, Prenderles las mugeres, que prendidas Darán en trueco dellas dos mil vidas. Es cosa de notar de aquesta gente En como á su muger ama el marido, Que ni hijos, ni padres, ni pariente En tanto tiene: y sé que ha sucedido Venir tras su muger muy diligente, Y dar en trueco un hijo muy querido El indio con tristeza lastimera, Por verse sin su dulce compañera. Zeloso suele ser y recatado El indio con la india que es su amada, Y dó quiera que va la lleva al lado En tanto que no ve que está preñada: Despues suele decir; ya está ocupado El vientre, y ocupada la posada, Si mi muger no hubiere de guardarse Mi obra ya no puede despintarse. Salió pues D. Gabriel de entre esta gente Sin hacer el efecto pretendido, Que el invierno le estaba ya presente, Por dó dejar la guerra ha convenido. De Chuquisaca en esto el Presidente Quiñones con socorro se ha partido, En busca del Virrey va caminando, Que á Condurillo viene atravesando. Al tiempo que el Virrey entró en la Sierra Con cuatrocientos hombres bien armados, Con otra mucha gente de la tierra De todos aderentes pertrechados, Con fin de reducir por paz, ó guerra Al indio guaraní con sus estados, La tierra considera, y la demarca Desde un pueblo que llaman Chalamarca. De aquí por su mandado á priesa fueron Tres hombres con despachos y recados A Tucuman, dó en breve se pusieron, Que en el camino estaban bien cursados. Con esto en Tucuman presto tuvieron Noticia de Don Diego y de sus hados. Al Paraguay tambien la nueva viene Al tiempo que velarse le conviene. En tal término y punto está la cosa, Que si Don Diego á caso allá bajára, Hallára nuestra gente deseosa De cualquiera revuelta y se holgára. Mas quiso con su mano poderosa El Alto remediar; que si la alzára, El Argentino todo se perdiera Y en aprieto al Perú todo pusiera. Alguna vez oí á mis oídos, Que Don Diego venia levantado, Y ví que se holgaban los nacidos En la tierra del caso relatado. Los pechos de estos fueron conocidos Cuando despues se hubieron rebelado En Santa-Fé, en aquel levantamiento, De que yo en su lugar la verdad cuento. De allí de Chalamarca pues envia Despachos el Virrey, como contamos, Al Rio de la Plata, que temía El mal que en esta historia ya apuntamos. A Zárate despacha recta vía, En busca de unos indios Comogamos; En Condurillo habita aquesta gente, Y así es dicho el cacique, muy valiente. Tambien salió el Virrey á la otra mano, Por sierras cordilleras de boscage: En partes pocas hay camino llano, Que todo es cordillera este parage. El asiento de Manso está cercano: Seguro estoy si fuera allá el bagage Y pueblo, el buen Virrey allí poblára, Que mucho á su pretenso le importára. Con gran pujanza vá el Virrey siguiendo Su derrota y camino comenzado: El indio guaraní se está riendo, Por ver que el aparato es escusado; Y en viendo al Español, tira huyendo De lejos, el motin haciendo usado: Don Francisco y su campo van marchando La vuelta del Perú ya deseando. Aquí quedan cansados los carneros, Allí desmaya ya y muere el caballo, Desean muchos hombres verse en cueros El hato dejan ya por no llevallo. A los Charcas salieron mensageros, Quiñones se dá priesa, que encontrallo Al Virrey con socorro determina En el asiento y pueblo de Tomina. Marucare en aquesto muy furioso, Huyendo de su asiento y de su casa, Porque en quemarla nadie esté gozoso, El propio la ha dejado hecha una brasa. Con Taboba el valiente y ardidoso, Sus mugeres y chusma presto pasa De allí, y tan adentro se ha metido, Que no podrá jamas ser ofendido. El buen capitan Zárate bajando En busca del asiento Condurillo, Con tan grande trabajo atravesando La tierra, qué temor me dá escribillo, Los dias y las noches caminando, Al fin el indio hubo de sentillo; Y aunque de sobresalto los cogieron, La mugeres é hijos escondieron. Tres casas y buhios muy crecidos Aquí Zárate halla, dó su gente Aloja: que los indios escondidos Vacios los dejaron prestamente. De á poco con cautela son venidos, Con cruces en las manos de repente, Diciendo, que huyeron temerosos, Y de la cruda muerte recelosos. Al Capitan decían y culpaban, Porque nunca avisó de su venida, Que dias hà que todos deseaban A los cristianos ver, que conocida Su bondad y valor, determinaban La tierra esté al cristiano sometida; Y porque ellos esto conocian, Las cruces en señal de ello traian. Al Capitan con esto procuraban Entretener los indios, pretendiendo Hacer así mejor lo que ordenaban, Y andaban con gran priesa y maña urdiendo. En tanto que la junta concertaban, El Capitan su farsa conociendo, Un fuerte ha fabricado muy aina De brava palizada, y de fagina. Apenas está el fuerte fabricado, Y las paredes del no medio hechas Estaban, cuando el campo se ha quajado De los indios, que vienen por sus trechas, Gran grita y alarido han levantado, El aire y tierra cubren con las flechas. La guerra fué sangrienta y bien reñida, Mas huye, al fin, el indio de vencida. Los muertos y heridos muchos fueron De parte de los indios, porque habia Ochenta arcabuceros que hicieron Como gente española de valía. De tres ó cuatro vivos que cogieron, Traidos acá al fuerte, se sabía Que los indios llevaban en los brazos A sus casas los hechos ya pedazos. De los nuestros quedaron mal heridos Algunos, pero pocos de esta guerra: Los indios á gran priesa son metidos Por la espesura grande de la sierra. De á pocos dias fueron descendidos, Bajando el capitan á ver la tierra; Y á quince que en el fuerte se quedaron, Las cabras, como dice, acorralaron. La tierra toda junta se ha juntado Haciendo para el caso llamamiento, A los quince del fuerte han apretado Y puesto en confusion y gran tormento: Muy grandes baterias les han dado, La cosa andaba en mucho rompimiento, Cuando dando la vuelta los cristianos Del fuerte se retiran los Paganos. El Capitan estuvo allí tres dias Rehaciendo su gente; y como viese Que el estar mas allí, por todas vias, Dañoso era, ordenóse que se fuese En busca del Virrey y compañías, Que no se sabe de él á dó estuviese. Mas él, tan gran camino vá haciendo, Que sin poder errar le van siguiendo. De presto todos juntos se juntaron, Y dando ya la vuelta presurosos Con el buen Presidente se encontraron, De que todos se hallan muy gozosos. A sus casas alegres se tornaron, Aunque todos venian perdidosos: D. Diego de Mendoza tambien viene, Y oid en otro canto el fin que tiene.