CANTO VIGESIMO-QUINTO.
_En que se trata de la junta que hizo Ibitupuá, y asaltos que los
suyos dieron en tierra del Perú: del acuerdo del Audiencia de los
Charcas, y de un temblor terrible en Lima._
No vemos ser seguro á lo presente
Curar de proveer sin advertencia
A lo futuro y tiempo subsecuente;
Mayormente que vemos en presencia
Pronosticarse el caso que está ausente:
Y así mirarlo todo es providencia
A nuestro Dios Eterno atribuida,
Que de un fin toca al otro sin medida.
El de Toledo, dije, como habia
Por coger á D. Diego hecho guerra
Al indio guaraní, que residia
Metido en la aspereza de la Sierra.
Saliendo con su intento se volvia,
Sin dejar sosegada aquella tierra,
Mas antes con razon mas levantada,
Por ver aquesta parte acobardada.
Ibitupuá, el astuto y cauteloso,
Con ánimo feroz junta, pregona,
Y manda, como hombre poderoso,
Que venga en general toda persona.
El ser tenido ya por dadivoso,
Y que á trabajo alguno no perdona,
Le hace al guaraní venga contento
A la presente junta y llamamiento.
Con gente acompañado, y pecho fiero
A la junta ha venido Condurillo,
El viejo Tabobá, gran carnicero,
Tambien alegre viene con su aillo:
Marucaré, su antiguo compañero,
Procura con sus fuerzas de seguillo
Con toda la demas canalla fiera,
Que vive por la Sierra, y Cordillera.
En un prado apacible y muy ameno,
Ibitupue tenia aparejado,
De flores olorosas todo lleno,
Y de muy frescas aguas rodeado.
Tendidos por la yerba, y por el heno,
Se comenzó el convite, y ha durado
Desde el hora de prima, hasta nona;
Mas ninguno escapó sin maza y mona.
Habia mucha caza regalada,
Perdices, pavas, aves muy sabrosas,
Venados, avestruces, que salada
Su carne es buena y sana, muy gustosa;
Y dulces frutas, que hay una apropiada
A guinda, yaracaes olorosas,
Guembes, ivaviraes en gran suma,
A rodo los pescados, como espuma.
El vino de maiz y de algarroba,
De molles, y de murta bien obrado,
Seguro que bebian casi arroba,
Que media á cada cual le estaba dado.
Uno habla en latin, el otro troba,
Otro habla español y vascongado;
Mas todos para un fin se concertaban,
Y aunque borrachos, todos atinaban.
Ibitupue habló de esta manera,
Aunque hecho botija y grande cuero:
"Metidos en la fuerte Cordillera,
Ni Rey, ni Roque hay, por muy guerrero
Que sea, que nos pueda echar afuera:
Yo solo, con un solo compañero,
Me atrevo á defender siempre la entrada,
Aunque venga el Perú de mano armada."
"Lo que conviene agora que se haga,
Pues que el Virrey se puso á darnos pena,
Que cada cual por sí se satisfaga,
Segun su coyuntura fuere buena.
Quien muerte dar pudiere no dé llaga,
Y salga cada cual con buena estrena
Al camino, á vengarse por sus manos,
Matando estos soberbios castellanos."
"Yo tengo nueva cierta como viene
Doña Maria de Angulo, y Da. Elvira:
La muerte merecida bien la tiene."
El arco demandó, una flecha tira,
Diciendo: "Justo es mi fama suene."
A dó cae la flecha el indio mira:
Agüero es: que si cae bien derecha,
Su cosa tiene el indio ya por hecha.
Al punto que tiró, viendo en el suelo
La flecha estar en alto levantada,
Los indios levantaron hasta el cielo
La voz, que es su costumbre muy usada:
Ibitupue, ya libre de recelo,
Con muy soberbia voz apresurada,
"Perezca, dice, luego la memoria
Del cristiano, y conózcase mi gloria."
Aun no acababa bien estas razones,
Y un indio cano viejo se levanta,
Que aunque en la junta estaba, y escuadrones,
Su vida es diferente y aun espanta.
El caso que diré yo sin ficciones
Será, que aunque mi musa en verso canta,
Escribo la verdad de lo que he oido,
Y visto por mis ojos y servido.
El viejo con modestia así decia,
Pidiendo que atencion le sea prestada.
"Sabed, hermanos mios, que venia
Una hija que tengo, muy amada,
De guardar mi ganado el otro dia,
Con una cruz muy bella agraciada;
Y yo le pregunté ¿qué cruz es esta?
Y oid de la doncella la respuesta."
"Estando recogendo yo el ganado,
Ya que la obscura noche se acercaba,
Mi corazon en alto levantado,
En el criador de todo contemplaba,
Y habièndole en mi pecho gracias dado,
Por ver como doncella me guardaba;
Un hombre se me puso por delante,
De bella compostura y bel semblante."
"El hombre me habló désta manera:"
"Doncella, pues que á Dios con pecho llano
Adóras, determina estar entera
En tu virginidad, que el Soberano
De ti se acordará en la hora postrera."
"Diciendo esto tendió su diestra mano,
Y dióme aquesto cruz, de quien yo creo,
Que es don de mi descanso y mi deseo."
"Esta mi hija, dice por momentos,
Que Dios se ha de enojar, si á los Cristianos
Hacemos mal, y damos descontentos,
Y que antes los queramos como á hermanos,
Recibiendo sus Santos Sacramentos."
Apenas ha hablado, y los insanos
Vencidos de sus malas pretensiones,
Al viejo dieron muchos bofetones.
El gran cacique, dice en su tiana
Que al viejo dejen yá, porque delira,
Y su hija es doncella muy liviana,
Y que á invenciones toles siempre aspira.
Cesóle de herir el Chiriguana,
Que estaba ya encendido en pura ira,
Que no dudo yo cierto, sino fuera
Por el cacique, en breve allí muriera.
Al fin, por loco viejo le dejaron,
Y su junta con fiesta celebrada,
A sus tierras y casas se tornaron,
Con la cosa en la junto concertada.
Y luego en los caminos asecharon
La gente que pasaba desmandada,
Y crudo sacrificio cada dia
De la gente española se hacia.
A frailes y soldados, que salian
De Santa Cruz, mataron crudamente,
A chácaras y valles se venian,
Adonde cautivaban mucha gente:
De suerte que el estrago que hacian
Causaba gran temor al mas valiente.
Hernando Salazar entrar procura,
Y oid una desdicha y desventura.
Despues de aquel dislate y alzamiento,
Que en la Asumpcion, digimos, fué imputado
A Mendoza, se hizo un casamiento,
En que con Doña Elvira (degollado
Su padre) un caballero de talento
Casó, Nuflo de Chaves fué llamado:
Hombre feroz, valiente y animoso,
Y nada de peligros temeroso.
Aqueste á Santa Cruz poblò primero,
Y á los Charcas salió, dó la obediencia
De lo poblado dió este caballero,
Al Presidente, Oidores de la Audiencia.
Entre los indios era carnicero,
Por donde le pagaron su impaciencia
En Boitimí, que el pueblo así se llama,
Al pié de un alto cerro de gran fama.
Añapureyta el cerro tiene nombre,
_A donde el Diablo canta_, decir quiere.
No osa en él subir cualquiera hombre,
Que que el sube, de espanto, dicen, muere.
Y porque, si mas digo, no se asombre
Quien cosas de admirar aquí leyere,
No quiero mas decir de aqueste perro,
Y creo que en callarlo poco yerro.
Viuda Doña Elvira, pues, y sido
De Don Diego el dislate ya contado,
Con su madre al Perú hubo salido,
Que así por el Virrey les fué mandado.
A España el de Toledo siendo ido,
A Santa Cruz volver han procurado:
Hernando Salazar lleva la guia
De los treinta que van en compañia.
En un paso se ponen peligroso
Los indios Chiriguanos en celada:
El español del daño receloso
No fué, que si supieran la emboscada,
No fuera el mal suceso tan dañoso.
Mas no siendo la cosa bien pensada,
Sucede contra el voto, y lo pensado,
Y luego se atribuye al triste hado.
El buen hado es Divina Providencia,
Servir el hombre á Dios con mucho tino,
Poner en todas cosas diligencia,
Y no faltar en medio del camino.
Si Salazar tuviera la advertencia
Que aquí digo, bien cierto yo imagino
Que no murieran nueve, que pensando
No haber peligro, iban caminando.
La gente va marchando, pero viendo
Que los tristes, que fueron delanteros,
Murieron, del negocio se temiendo,
Quisieran hallar todos agujeros.
Salazar desmayò que va rigiendo;
Desmayan los soldados compañeros,
Que tantas flechas ven venir lloviendo,
Que la tierra con ellas van cubriendo.
Fenece aquí la triste su triste hora,
Cubierta de mil flechas y arpones:
Doña Maria de Angulo, causadora
De motines, revueltas y pasiones,
Amiga de mandar, y tan Señora,
Que con todos tramaba disenciones:
Su nieta Doña Elvira, mal herida,
Quedaba entre las yerbas escondida.
Doña Elvira su madre con recelo
Procura por su hija; pero viendo
Que no parece, grita hácia el cielo,
Sus dorados cabellos descogiendo.
Sotelo revolvió con grande duelo,
Y entre los Chiriguanas se metiendo,
Sacaba á la doncella, aunque llovian
Las flechas ya sobre él que le cubrian.
Tras ellos la victoria van gozosos
Los bárbaros, siguiendo grande trecho:
Como corderos mansos temerosos,
Los nuestros el huir por gran provecho
Juzgaban: mas los indios codiciosos
Del interes, curaron muy de hecho
A partido venir con los cristianos,
Y así se les hinchieron bien las manos.
Doña Elvira en aquesto el todo ha sido,
Que con dulces palabras les hablaba,
Y como en la Asumpcion hubo nacido,
La lengua Guaraní bien pronunciaba.
Al fin con interes se han convencido,
Y el rescate con sobra se les daba,
De suerte que cesaron de la guerra,
Y ayudan á pasar el agra Sierra.
Sabido acá en los Charcas, fué acordado
Hacer guerra cruel al Chiriguana:
El caso de esta suerte se ha ordenado,
Que el Presidente tiene buena gana;
Y asì con grande ardid al que es soldado
La voluntad en esto bien le gana,
Y hácele merced en cuanto quiera,
Porque entre en la jornada y cordillera.
Don Lorenzo Suarez Figueroa
Salió de Santa Cruz, que es de la Sierra:
Hombre de grandes prendas, y de loa,
Y que merece mas que aquella tierra.
Con gran solicitud pone la proa,
Queriendo al Chiriguana hacer guerra.
Es General de toda la campaña
De Còrdoba la Llana en nuestra España.
El Conde del Villar en esto viene
Por Virrey, y pensaron que hiciera
La guerra; empero, dicen, le conviene
Dejarse de esta guerra y cordillera,
Que nuevas de Francisco Drake tiene,
Que viene muy pujante en gran manera.
Diráse en su lugar, porque es flagelo,
Que por castigo envia Dios del Cielo.
Con esto estaba el Conde tan medroso,
Que solo de escribirlo tengo miedo:
Parece aqueste caso milagroso,
Que estaba el Perú todo, decir puedo,
Sin contento, sosiego, ni reposo,
Y estábase el ingles allá muy ledo.
Juicios son de Dios muy encumbrados,
Y no de todos hombres alcanzados.
El Virrey al Callao va, y se aplica
A hacer á gran priesa un grande fuerte:
Con muchos el negocio comunica,
Mas no responden todos de una suerte;
Por esta causa el Conde no fabrica,
Que tiene gran deseo que se acierte;
Y toma en la consulta allí la mano,
Y habla de esta suerte un Trugillano.
Don Luis Sotomayor "¿de que aprovecha
El fuerte, dice, en tierra, donde puede
Tomar el enemigo cualquier trecha,
Sin que en manera alguna se le vede
Del fuerte? Lo mejor es, que bien hecha
Le sea, con la gente que aquí quede,
La guerra al enemigo, si viniere,
Con fuerza lo mejor que ser pudiere."
Estando desta suerte recelosos
De Francisco, sucede ¡O cosa extraña!
Un caso entre los casos temerosos,
De Dios castigo, y muestra de la saña
Que tiene con los hombres flagiciosos.
La mar salió de curso, y así baña
El puerto del Callao, y la marina,
Y gran parte del pueblo cae con ruina.
Bramaba con bramidos la mar brava,
La obscura y triste noche entristecia,
Las crines y cabellos erizaba,
El alma y corazon amortecia;
El sexo femenil que lamentaba,
En aprieto y angustia mas ponia,
Lágrimas, y sollozos, y gemidos,
Suspiros, gritos, llantos, alaridos.
En poco estuvo el Conde de perderse,
Y al fin salió, huyendo el aposento,
A Santo Domingo vá á refugiarse,
Dó llevan de la iglesia el Sacramento;
Despues por mas seguro guarecerse,
En el campo la noche hizo asiento:
Y oid lo que pasaba en esto en Lima
Que solo referirlo causa grima.
Es Lima una ciudad, bella, galana,
De edificios hermosos y graciosos,
Apenas vereis casa sin ventana,
Los altos por de fuera no vistosos,
Que cubiertos están á estera vana;
De dentro empero son maravillosos,
Que como nunca llueve por semejas,
No curan de poner sobre ellos tejas.
Con quietud se vive, y en consuelo,
Sin pena, sin dolor y sin tristeza,
Que no dura jamas el triste duelo,
Que es Lima del Perú flor y belleza.
Sereno está, apacible y claro el cielo,
En un ser uniforme y gran firmeza,
Y aunque ha habido temblores muchas veces,
Mas ha sido el ruido que las nueces.
Empero en este trance tan terrible
Exceden ya las nueces al ruido:
Negocio al parecer muy increible,
Que hace salga el hombre de sentido.
A muchos pareció ser imposible
Haber por natural acontecido,
Sin que causa secreta interviniese,
Y con rigor la mano intrometiese.
A prima de la noche muy obscura,
La ruina sucedió con temblor crudo;
No está ni puede estar casa segura,
Ni el hombre defenderse con escudo,
Si Dios, que es propia guarda, no procura
Guardarnos; pues aquesto solo pudo
Dejar de aquesta suerte castigada
A Lima con su gente amedrentada.
Cayéronse las casas mas lustrosas,
Los templos, y las mas ricas capillas,
Que allí muestra las manos poderosas,
Y hace muy mayores maravillas.
El alto donde hay fuerzas belicosas,
En freno quebrantando las mejillas
De aquellos que procuran alejarse
De su divino bien, y no acercarse.
A Lucifer soberbio, jactancioso,
Que á la mañana fresca relucía,
Al infierno en tinieblas temeroso,
Condenado en perpetuo Dios le envía.
Aquel rico avariento codicioso,
Allá desea gustar del agua fria:
El poderoso Rey fué convertido
En bestia, y heno y yerbas ha pacido.
A la bendita Virgen soberana,
Espejo de humildad y de pureza
La vemos por la fé como mañana,
Y aurora, coronada de belleza.
A Lázaro se dió de buena gana
El prémio de su pobre y vil pobreza,
Al manso Rey David dió Dios el cielo,
Que manso fué, aunque Rey, en este suelo.
Al fin pues el temblor que voy contando
Las casas desbarata mas fornidas.
Echando por el suelo, y derrocando
Las torres muy hermosas y lucidas;
A las calles se salen suspirando
Las damas, de temor amortecidas
Quedaban, que era lástima mirarlas,
Y mas que no hay quien pueda consolarlas.
Quedó de este temblor tan arruinada,
Y tan perdida Lima, que ponia
Espanto nuevo en verla mal parada.
Que piedra sobre piedra no tenia.
Hallábase en la calle sin posada
Quien bella casa antes poseía,
Y todos, como dicen, á la luna
Quedaron en la prueba de fortuna.
Cual hizo habitacion con una estera,
El otro con un toldo pone tienda,
Y con una tristeza lastimera,
Recoge lo que puede de su hacienda;
A todos parecía la hora postrera.
Madeja muy revuelta era sin cuenda,
Y el cabo no se halla, aunque se busca,
Que todos andan hechos _chacorrusca_.
El Visorrey se vá con los Oidores
A San Francisco, y hacen el Audiencia
En toldos, que aposentos los mejores
Tuvieron muy menor la resistencia.
Dejemoslos aquí, frailes menores,
Metidos en clausura y obediencia,
Que Candish andaba agora muy envuelto
En el Estrecho y sur, y el diablo suelto.