CANTO VIGESIMO.
_Cuéntase en este canto como un indio llamado Obera se intitulaba
hijo de Dios, y á un hijo suyo, Papa, y á otro Emperador; y como
Garay entró en los Nuaras, y de vuelta rompiò la palizada de
Yaguatatì._
El abeja convierte, como vemos,
Las flores en la miel dulce y sabrosa,
Del araña y la vìbora leemos,
Que en ponzoña las vuelve ponzoñosa.
En nuestra santa fé bien conocemos
Que pasa desta suerte aquesta cosa;
Pues el hereje y malo, de las flores
Del Escritura torna en sus errores.
Cuanto deba tratarse con llaneza
A los indios la Fé, vemos muy claro,
Que no se le ha de dar pan con corteza,
Al niño, dice Pablo muy preclaro.
Y pues que se conoce la rudeza
Del indio, y su juicio tan avaro,
Conviene como à niños darles leche,
Porque en ellos la fé santa aproveche.
Martin Gonzalez, clèrigo idiota,
Que á _musa_ solamente no sabia,
Al indio predicaba que fuè rota
La torre de Babel, y que vencia
David al gran Goliath con su cota,
Con sola una hondilla que traía.
Sin esto otros misterios, altos, bellos,
Que al indio no se sufre tratar dellos.
Un Obera quedò tan doctrinado
De los sermones deste, que fuè parte
Por donde el Paraguay arrinconado
Estuvo mucho tiempo, y de mal arte.
Despues que aqueste indio levantado
En sus tierras ha sido, luego parte
Con mucha gente é indios que traía
A sembrar los errores que tenia.
Con este la nacion ruda, indiscreta
Del Guaranì andaba perturbada,
Que introducir pensaba nueva seta
Este indio que la tiene levantada.
La espantosa señal y gran cometa
Que se vido al ocaso levantada,
Les dice, cuando fué desparecida,
Que la tiene en un càntaro escondida.
Y que à su tiempo habia de sacarla,
Con fin de destruir á los cristianos;
Que á aquesta causa èl quiso fabricarla,
Teniendo compasion de sus hermanos.
Tenia aqueste perro grande garla,
Y como son los indios tan livianos,
Y amigos de seguir nuevos caminos,
Forzóles à creer sus desatinos.
Obera, como digo, se llamaba,
Que suena _resplandor_ en castellano:
En el Paraná Grande este habitaba,
El bautismo tenia de cristiano:
Mas la Fé prometida no guardaba,
Que con bestial designo á Dios, tirano,
Su hijo dice ser, y concebido
De Virgen, y que Virgen lo ha parido.
La mano està temblando de escribillo,
Mas cuento con verdad lo que decia
Con loca presumpcion aquel diablillo,
Que mas que diablo en todo parecia.
Los indios comenzaron de seguillo
Por todas las comarcas dò venia,
Atrajo mucha gente así de guerra,
Con que daños hacia por la tierra.
Dejando, pues, su tierra y propio asiento,
La tierra adentro vino predicando:
No queda de indio algun repartimiento,
Que no siga su voz y crudo mando.
Con este impio pregon y mal descuento
La tierra se và toda levantando,
No acude ya al servicio que solia,
Que libertad à todos prometia.
Mandóles que cantasen y bailasen,
De suerte que otra cosa no hacian,
Y como los pobretes ya dejasen
De sembrar y cojer como solian,
Y solo en los cantàres se ocupasen,
En los bailes de hambre se morian,
Cantàndoles loores y alabanzas
Del Obera maldito y sus pujanzas.
Un hijo que este tiene, se llamaba
Por nombre Guiraró, que es _palo amargo_.
Del nombre Papa aqueste se jactaba.
Con este el padre, dice, "yo descargo
La grande obligacion que à mí tocaba,
Con darle de pontífice el encargo."
Aqueste es el que viene bautizando,
Y los nombres à todos trasmutando.
No quiero mas decir de sus errores
De que andaba la tierra alborotada
En todo el Paraná, y sus rededores;
Y así se fué tras él de mano armada.
Mas como este tenia corredores,
Y gente puesta siempre en gran celada,
En viendo la pujanza conocida
Del enemigo, pónese en huida.
Aqueste fué la causa que estuviese
La tierra levantada, como estaba,
Y que á servir al pueblo no viniese.
Tambien Garay, digimos, publicaba
La guerra contra este, aunque tuviese
Otro designio, al fin, pues, caminaba,
Cuando Fuente los Lirios ha tomado,
Dò nace el Ipaneme desdichado.
Tomando los soldados esta fuente,
Sus tiendas y sus toldos asentaron;
Entorno de la cual, alegremente
Del prolijo camino descansaron.
De un bosque muy cercano de repente
Dos indios salen fuertes, y llegaron
Dó estaba nuestra gente reposando,
Y de los dos, el uno está hablando.
"A tan altivo, dice, atrevimiento
No habia de ofrecerse desafio,
Mas castigo hacer para escarmiento
De vuestra presuncion y desvarío.
¿Porqué os osais meter en este asiento,
Con tan flaca pujanza, y poderío?
Salid, con lanza, espada, y con escudo,
Que me basta esta pica, aunque desnudo.
"Pudiéramos traer arcos y flechas,
Mas quiere el gran Cacique sean probados
De vosotros ahora estas derechas,
Que tienen mil cervices quebrantadas.
Por tanto apagareis tambien las mechas,
Que son armas al fin aventajadas,
Y con lanza y espada, ó á los brazos
Hagamonos de presto aquí pedazos.
"Dos somos, salgan dos, tres, cuatro, luego
De aquellos que presumen ser valientes,
Que por temor ó miedo, ni por ruego
No habernos de afrentar á los parientes."
Al punto que esto oyeron, como un fuego
Saltaron dos mancebos diligentes,
Inciso y Espeluca, sus espadas
En las bravosas manos empuñadas.
Pitum y Corací, como los vieron
Salir con tal esfuerzo y gallardía,
Con rabia y con furor arremetieron,
Y las picas calaron á porfia.
Los gallardos mancebos acudieron
Con tal ardid y maña y osadía,
Que traban en un punto tal batalla
Que Marte no cansára de miralla.
Al Inciso Pitum le cupo en suerte,
Que en el aire parece salta y vuela,
Con su pica tostada, grande y fuerte,
Por cien partes le rompe la rodela:
Y aunque parece darle ya la muerte,
De tal suerte el cristiano se desvela,
Que pierde Pitum toda su esperanza,
Que el cristiano le corta media lanza.
El bravo Corací al Espeluca,
Con ánimo bestial encrudecido,
Le tiene á mal traer, y á la boruca,
El suelo su tropel ha ennegrecido.
Con fuerza con la pica le trabuca,
El cristiano con maña, guarecido
Se tuvo, porque estando de rodillas
A Corací ha herido en las megillas.
Inciso, como vé que le faltaba
La media de la pica á su enemigo,
Con ánimo mayor mas se arrojaba,
Y un golpe le tiró junto al ombligo.
Pitum, del corazon fuerzas sacaba,
Que no las tiene todas ya consigo,
Y viéndose sin fuerzas y acosado,
A los brazos venia denodado.
El cristiano, que siente lo que quiere,
Por ver como se estira y endereza,
Con fuerza de alto abajo bien le hiere;
Y aunque el golpe arrojaba á la cabeza,
La mano le cortó. Si no huyere
Pitum ha de morir en breve pieza;
Mas él está tan ciego en no huirse
Que mas quiere morir que escabullirse.
Al fin, como se vé sin una mano,
Y el dolor que padece le atormenta,
Volviendo las espaldas al cristiano,
El resto de la pica al suelo abienta.
Huyendo vá á gran priesa por el llano,
Que ya no se le acuerda del afrenta;
El otro, que se vió sin Pitum, solo,
Aprieta con mas fuerza que el Eolo.
Inciso y Espeluca, mal heridos
Quedaron, y confusos de este trance,
Por ver los enemigos ya huidos,
Sin que ellos puedan irles en alcance;
Que el Capitan prohibe sean seguidos,
Diciendo que bastaba el bello lance,
Y que del hecho suyo, fama y gloria
Merecen, pues quedaron con victoria.
Pitum y Corací van sin pereza
Huyendo, como suelen, de los lazos
Las zorras escaparse, con destreza,
Haciendo los cordeles cien pedazos.
A no tener tal maña y ligereza,
Quedáran hechos piezas, pies y brazos:
Mas juzgan por mas sana la huida,
A trueco de escapar libre la vida.
Llegados á su estancia relataron
La batalla, y rencuentro que tuvieron;
A su cacique bien representaron
El peligro notable en que se vieron.
Los golpes y heridas demostraron,
La mucha roja sangre que vertieron,
Pitum, perdí mi mano la derecha,
Dice, y estotra nada me aprovecha.
El Corací, con ansia dolorosa,
Echad, dice, Señores, en remojo
Las barbas, pues que veis cual vá la cosa,
Que me cuesta el rencuentro el diestro ojo:
No he visto gente yo tan bellicosa,
Les dice: no penseis que esto es antojo,
Que son hijos del Sol estos varones,
Y mas bravos que tigres y leones.
El gran Tapuy Guazu con pecho fiero
Soltando la voz triste y lastimera,
Mi fin, dice, se llega ya postrero,
La hora se me acerca postrimera:
Mas conviene la vuestra aquí primero
Se cumpla, y encendida una hoguera
A Corací y Pitum, porque tornaron
Con tal nueva, allí vivos los quemaron.
Y junta luego al punto allí su gente
Y desta forma á todos ha hablado:
"Amigos, cosa es muy conveniente
Que aqueste caso sea bien mirado;
Que las cosas tratadas de repente
No suelen suceder en buen estado:
Por tanto el parecer de cada uno
Es justo que se escuche de consuno."
Primero á Urambia dijo que hablase,
Y aunque él con discrecion lo rehusaba,
Porque Tapuy Guazu no se enojase,
Al fin con ronca voz así hablaba:
"Antes que nuestras tierras ocupase
El español soberbio, se sonaba
Que habia de perderse nuestro estado,
Y ser de nuevas gentes conquistado."
"Yo puse en este caso diligencia
Mirando las estrellas y planetas;
Tambien tuve gran cuenta y advertencia
En ver andar errando los cometas,
Y enseñame tambien ya la experiencia,
Por ver otras naciones ya sujetas,
Que no han de bastar fuerzas ya de manos
Contra el poder soberbio de cristianos."
"Así que, me parece, que conviene
Con gozo recibir al enemigo,
Y pues que con poder y fuerza viene
Tomémosle por fiel y buen amigo.
Y es justo que en la tierra no se suene
Que al español no damos buen abrigo,
Que al punto le darán contrarias gentes,
De á dó resultarán inconvenientes."
Muy duro les parece este consejo
A todos los que estaban congregados;
Mas tienen reverencia al cano viejo
Y á sus hechos heróicos y afamados.
Curemo, con muy grande sobrecejo,
Se sale con sus hijos á los lados
Oyendo esto, y no dice cosa alguna,
Y con su gente entró en una laguna.
Tapuy Guazú mandó, pena de muerte,
Que de la junta nadie se saliese,
Y que todos hablasen por su suerte,
Y el caso con amor se decidiese.
Berú, de gran valor, indio muy fuerte,
Al cacique le dijo le plugiese
A Curemo llamar, pues conocia
Su suerte, su valor y valentia.
Dos indios á llamarlo se partieron
Per órden del cacique y mandamiento:
Por la laguna adentro se metieron,
A dó el padre á los hijos juramento
Les toma (de cumplirlo prometieron)
Que mueren en defensa de su asiento,
Les dice, pues mejor es buena muerte,
Que vil, y desastrada y triste suerte.
Los mensageros dieron su recado,
Curemo respondió modestamente,
Que estaba en la laguna ya alojado,
Y que quiere meter allí su gente,
Por no dar ocasion á que el soldado
Le haga mal: que luego incontinente
Irá al consejo y junta con presteza;
Y su gente recoje sin pereza.
Sus mugeres é hijos ha metido
En la laguna adentro, y gran pantano,
Y como los demas lo han entendido
Juzgaron su consejo por muy sano.
Y en tanto todos ya se han resumido,
Que de paz recibiesen al cristiano;
Mas que mugeres, hijos se metiesen
A donde los cristianos no los viesen.
Curemo allí salió disimulando
El juramento hecho que tenia:
Garay se llega á priesa, caminando
Con gran estruendo, grita y vocería.
Los indios que le estaban esperando,
Vencidos de temor y cobardía,
Tras la chusma se fueron, mas Curemo
Mostrado ha su valor por gran estremo.
Al español espera, y con gran brio
Le dice, que no pare en este asiento;
Que veinte leguas mas, hay gran gentío
Dó satisfacer puede bien su intento.
Pasado el Yaguarí, famoso rio,
Los soldados irán con gran contento,
Y á veinte leguas, poco mas ó menos,
Los campos hallarán de gente llenos.
Curemo, que esto dice, les ofrece
La guia, que les guie bien derecho;
Su concejo tomar bien les parece,
Sintiendo que vendrá de ello provecho.
El indio se retira, que anochece,
Y vuelve á la mañana con despecho,
Porque al alma le llega á este pagano
De ver nuestro real en aquel llano.
Gran priesa dá á Garay para que salga,
Diciendo, que la priesa le conviene,
Que della cuanto pueda bien se valga,
Que corre gran peligro si detiene
La partida; y en viendo que cabalga
Garay, nuestro Curemo placer tiene,
Y dice á voces altas, la victoria
Espero que ha de ser con grande gloria.
Los cristianos saliendo caminaron
Llevando guias, dadas por Curemo:
El rio Yaguarí atravesaron,
Que entre otros rios vemos ser supremo.
A los Tapuí Miries allegaron
De que placer reciben por extremo;
Asalto dan al tiempo que amanece,
Por dó la triste gente mal padece.
Estaban estas gentes con contento:
De cristianos no piensan la venida;
El subito temor y sentimiento
Les hace huyan todos de corrida.
Oblígales á muchos el lamento
De hijos y muger á perder vida;
Acude cada cual al arco y flecha,
Con ver venir la muerte muy derecha.
Al fin, en cuatro pueblos que se ha dado,
Algunos que defensa procuraban,
La vida entre las lanzas han dejado.
Aquellos que á prisiones se entregaban,
Por ver ya su negocio mal parado,
Con vida por cautivos se quedaban.
Quinientas y mas piezas fué la presa,
Que vino desta vez cautiva y presa.
La vuelta dá Garay, con gran recelo
Que venga el enemigo con pujanza:
Lamentan los cautivos aquel duelo,
Y suerte miserable y mala andanza,
Al gran Tapui Guazù llega de un vuelo
A dó sale de viejas una danza,
La victoria con cantos celebrando,
Y la gente vencida lamentando.
Alegre y apacible y muy graciosa
La tierra por aquí vimos, poblada
De frescas arboledas, y abundosa
De caza, y nunca ha sido conquistada.
La gente es labradora, y codiciosa
De guerra, y es en ella muy versada;
Mas tómalos Garay muy descuidados,
Y asì pudieron ser desbaratados.
Tapui Guazú holgò de la venganza,
Que vido en su enemigo aherrojado:
Mas pone con los suyos vigilanza,
Que no les haga mal algun soldado.
Al fin de paz quedó con la esperanza
Que dió, con prometer que de su grado
Queria al Español ser repartido,
Por no ser de otros indios ofendido.
Urambía y Curemo se han asido
En esto, y mal revuelto que decia;
Urambìa la causa solo ha sido,
Que sin hacerles mal Garay salia.
Curemo le ha sobre esto desmentido,
Remítese este caso, y la porfia
A la prueba mas cierta en estacado:
El campo les fuè á entrambos señalado.
Urambía las armas señalaba,
Que son pica, macana y palometa,
A cada cual padrino acompañaba:
Con Urambía sale Urambieta,
Xiantombia à Curemo se llevaba,
Y al son de una ronquisima corneta,
Metidos en su fuerte palizada.
La batalla feroz fué comenzada.
No creo año se llevan los guerreros,
Que entrambos son muy viejos y muy canos
Los golpes que se dan terribles, fieros,
No dejan, donde aciertan, huesos sanos:
Andan sanguinolentos carniceros,
Como de Irlanda suelen los alanos,
Y mas que hircanos tigres espantosos,
Y en ver su propia sangre muy gozosos.
De ver era los dos con el concierto
Y ánimo feroz que combatian;
Sin falta, à cada cual dellos por muerto
Los que mirando estaban, le tenian.
Estaba cada cual dellos tan cierto
En el herir, que entrambos parecian
Ser uno: mas Curemo hubo perdido
La pica, que en dos piezas se ha partido.
La macana con furia fuerte afierra,
Y espera con esfuerzo al enemigo:
Urambía la pica cala y cierra,
Y diérale por medio del ombligo;
Mas Curemo diò un salto de la tierra,
Y con tan grande maña dió consigo
A un lado, que pasò la pica en vano,
Y así quedó Curemo desta sano.
Con la pica le lleva gran ventaja
Urambìa; mas es tan animoso,
Que los golpes y botes le baraja,
Con un ardid y esfuerzo valeroso.
De sangre el verde prado ya se cuaja,
El Sol encubre el rostro luminoso,
Viniendo ya la noche obscurecida,
Y no vemos victoria conocida.
Los Jueces los ven à la mañana,
Y por igual los hallan mal heridos:
De combatir entrambos tienen gana,
Y defender con fuerza sus partidos.
Juzgóse por mejor cosa y mas sana,
Que fuesen por sentencia convencidos,
Que cierta es à los dos ambos la muerte,
Volviendo á la batalla cruda y fuerte.
Contra alguno juzgar nadie se atreve;
Y siéndoles juez ya señalado,
A entrambos, dice, honra igual se debe,
Y que es cualquiera dellos buen soldado.
Ninguno hay que el decreto desapruebe,
Y asi dice el Juez muy denodado,
"Lo que he dicho, pronuncio y lo sentencio,
Y pongo al caso fin aquì y silencio."
En tanto que esto pasa, presuroso,
Juntando en Ipaneme mucha gente,
Andaba Guayracá muy valeroso,
Astuto, sábio, artero y muy valiente.
En un espeso bosque, deseoso
De librar del cristiano bien su gente,
Compuso una terrible palizada,
De aguas y comidas abastada.
El fuerte fuè con maña fabricado;
A los lados con muchos torreones
Estaba à todas partes resguardado
Con sus trincheas, fosas y bastiones.
Sin duda Satanás ha revelado
A Guayracá el modelo è invenciones,
Que nunca estuvo en Africa ni Italia,
Ni menos en Castilla ni Vandalia.
Juntó para este fin toda la tierra,
E hizo grande junta y llamamiento,
Publica à fuego y sangre cruda guerra,
Celebra del cristiano el finamiento,
Ofrece en sacrificio una becerra,
Y las cenizas della por el viento
Desparce, por señal y por memoria,
Que contra el Español habrá victoria.
Yaguatatí de presto se le ofrece
Con mas de dos mil indios de su mano:
Por alferez, le nombra, y lo merece.
Con mil indios acude Tanimbano,
El gran Cayapey no desfallece;
Ibiriyù, tambien mozo galano,
Acude aquel con mil menos ochenta,
Estotro con doscientos y cincuenta.
Yacaré y Tapucagn no se quedaron,
Que cada uno trescientos y cincuenta
Traia: de esta suerte se juntaron
Al pié de cinco mil á buena cuenta.
En la estacada y fuerte se encerraron,
Sin que salir alguno se consienta:
Y si salen algunos, muy aína
Acuden à la trompa y la bocina.
Asì con gran contento deseaban
Que venga el español para probarse;
El tiempo, noche y dia lo gastaban
En su estacada, y fuerza y repararse.
La flecha, pica y dardo ejercitaban,
A sus solas procuran ensayarse.
El maracà, bocina, y atambores
Resuenan por el bosque y rededores.
Garay que caminaba, desque llega
Dó se siente esta grita y alboroto,
Atraviesa por medio de una vega,
Hasta dar en un verde y grande soto.
La gente guayracana estaba ciega,
En un momento el campo les fué roto,
Mas viendo las mugeres les llevaban,
Con fuerzas defenderlas procuraban.
De temor de la trompa que sonaba,
Y el tropel y ruido del caballo,
La chusma el fuerte ya desamparaba,
Que al español no quieren esperallo.
El Guayraca á los indios animaba,
El español comienza á escopetallo;
Mas tiene tal destreza el perro viejo,
Que á su defensa hallò buen aparejo.
Desde un tronco muy grande desembraza
El Guayraca una flecha, y la ha fijado
En un árbol, pensando que hizo caza
En Garay: una voz ha levantado,
Diciendo, Capitan, desembaraza
El campo, pues ya ves que te he clavado;
Mas Inciso diò al perro por la frente,
Y cae Guayraca luego de repente.
Yaguatatí en un punto embravecido
Como toro muy bravo de Xarama,
Entre los españoles se ha metido,
Y sálele al encuentro Valderrama,
Y Osuna, de los cuales mal herido
Los dientes rechinando, bufa y brama,
Y dice: por matarme satisfechos
No vais; y mete el dardo por su pecho.
Luis Martin, con ànimo lozano
Encuentra à Mayrayú, y de estocada
Por los pechos le hiere, y dá en el llano
El indio, y al caer quebrò la espada;
Que no pudo sacarla el trugillano,
Segun estaba fija y enclavada;
La macana del indio toma presto,
Con que piensa vencer á todo el resto.
Castillo, con su espada, y la rodela,
A diestro y à siniestro và hiriendo;
Cuyapei en herirle se desvela,
Y viendo que le acierta, vá huyendo.
Así como lo vido Valenzuela,
Tras el indio con furia fuè corriendo:
El trueco le dió luego del flechazo,
Y en tierra le tendió de un pelotazo.
Bañuelos de esta hecha, y Espinosa,
El infierno poblaron de paganos,
Y viendo que la gente temerosa
Discurre sin consuelo por los llanos,
Viniendo ya la noche tenebrosa,
Volvieron al real libres y sanos;
Empero de la sangre que han vertido
Teñido el rostro, manos y vestido.
Este dia vi un indio que llegaba
A mi: con una cruz viene en su mano;
Con muy grandes sollozos me hablaba.
"Por Dios que murió en esta Soberano,
Me dice, ya me val, pues te obligaba
El ser tu mi Señor Arcediano."
Diciendo estas razones se me llega,
Y al caballo y estribo se me pega.
Aqueste en la Asumpcion habia servido
A Bartolomé Barco de Amarilla;
Despues con otros indios se ha huido
Al Obera siguiendo y su cuadrilla;
Y viendose en peligro, ya vencido,
A mi lado se pega y á la silla.
Valiòle el escogerme por padrino,
Que el tiempo le enseñó lo que convino.
El Obera, maldito, dado habia
La cruz à aqueste indio y deputado:
Por sacerdote, y santo le tenia;
Despues de aqueste fui bien informado
De aquellas ceremonias que hacia
Aquel maldito indio y endiablado;
Y como Papa à un hijo intitulaba,
Y al otro Emperador y Rey nombraba.
El uno bautizaba, trastrocando
Los nombres que los indios ya tenian:
El otro los delitos castigando
Andaba, que los indios cometian:
El Obera, su padre, predicando,
Yo ví que unos mestizos le seguian,
Y puse gran calor yo por haberlos,
Y al fin hube con maña de cojerlos.
Con un muchacho mio, conocido,
Ladino en gran manera y ardidoso,
Enviando à decir como habia ido
De remediarlos estando deseoso:
De Logroño un mestizo fuí creido,
Y á mi toldo se vino muy gozoso;
Tratè de perdonarle si traía
Los otros dos, y al punto lo hacia.
Otro mestizo andaba levantado,
De nacion portugues, y publicaba
Contra el Misterio Santo consagrado
Formadas heregias, que hablaba.
Oyéndole, le dijo otro soldado
Que mirase muy bien lo que trataba,
El cual me diò noticia de este caso,
Y yo salí de casa muy de paso.
De blanco me vestì, y con sombrero
De paja, en mi caballo à la gineta,
Llevando solamente un compañero,
Y cada cual á punto una escopeta:
Espias yó le puse, tan lijero.
Que venida la noche muy secreta,
En un bosque le prendo, y amarrado
A la ciudad le traigo à buen recado.
El que fingìa ser Papa, y compañeros,
Jamas nos esperaron en la guerra;
Que aunque suele traer muchos flecheros
Y sale muchas veces de su tierra,
Por saber ya que son arcabuceros,
En los bosques, y montes bien se encierra.
El Guayraca, que hizo palizada,
Quedó muerto, y su tierra desolada.
Doscientas, ó mas piezas se sacaron
De aqueste asalto, y guerra Guayracana;
Algun tanto con esto reposaron
Los indios de la tierra comarcana:
Los nuestros con contento celebraron
El triunfo de victoria tan galana,
Y à la Asumpcion volvieron victoriosos,
Alegres, placenteros y gozosos.
Mas no puede durar el alegria,
Que nunca puede haber gozo cumplido:
Pues vemos que al placer dolor seguia,
Y al dolor el placer se le ha seguido.
Decir quiero un motin que sucedìa,
De mestizos malvados mal urdido.
Descanse pues un poco aquí mi pluma,
Y luego lo pondrá en muy breve suma.