CANTO DECIMO-NONO.
_Trátase del mal gobierno de Diego de Mendieta, y de como fué preso
en Santa Fé, y de como saliò Garay al Perù, y volvió huyendo, y en
su seguimiento el capitan Valero._
Refran es muy antiguo y muy usado,
Que el malo que tras otro sucediere
Hará bueno al que fuere ya pasado.
Al que el presente canto bien leyere
Seràle aquesto bien manifestado:
Que si notarlo un poco bien quisiere,
Verá que Juan Ortiz era un bendito,
Mendieta, su sobrino, muy maldito.
Al tiempo que la muerte le apretaba
A Juan Ortiz, le oí que conocia
Que el pueblo su salud no deseaba:
"Yo soy malo, mas cierto que algun dia
Me haga alguno bueno." Si rogaba
La vieja por aquel que mal regía
En Roma, si á Mendieta conociera,
Mentarlo un solo punto no quisiera.
Subido ya en la cumbre de su gloria,
De toda cosa buena descuidado,
Juicio, voluntad, y la memoria,
En solas sus pasiones ha fundado.
Y aunque esto demandaba nueva historia,
Irá tan solamente aquí cifrado,
Que no quiero contar por las parejas
Sus cosas, que ofendiera las orejas.
Comienza, pues, Mendieta de cegarse,
Vencido de zelillos y locura,
De malos procurando acompañarse,
Hallando en ellos corte á su hechura.
No osaba de los buenos confiarse,
Por ser de diferente compostura:
A cuatro caballeros aprisiona,
Y con mil vituperios los baldona.
En grillos y colleras los ponía,
Y así los desterró por malhechores:
Y el pobre no conoce que se vía
Que todo lo causaban sus amores.
A cumplir su destierro los envía,
Mas oye Jesu-Cristo sus clamores:
Volvieron del camino, y así presos
Estan en tanto que hay nuevos sucesos.
Vicencio á esta sazon, dicen, dijera:
"Mal hace de prender Mendieta gentes
Sin culpa, y sin razon." Mas quien lo oyera
Denuncia con palabras diferentes.
Al fin vino la cosa en tal manera
Que encarta á los que estaban inocentes.
Vencido del tormento, y engañado,
Por dó fué luego á muerte condenado.
Al tiempo que en la horca esta subido,
De su conciencia y alma temeroso,
Pública como en todo habia mentido
Por medio del tormento riguroso,
A voces testimonio fué pedido
De aquello que allí dice, y el furioso
Verdugo le colgó, que está compuesto
Que hiciese el oficio muy de presto.
Garay, que en Santa-Fé está teniente,
Con la muerte de nuestro Adelantado
Al Perú se salió con Pedro Puente,
Aunque Abrego impedirlo ha procurado.
A los Charcas llegando incontinente,
Habiendo su negocio relatado,
Procuran Doña Juana se casase
Con persona que bien les gobernase.
Por suerte á Doña Juana le cabía
El Licenciado Vera por marido:
Por Oidor en los Charcas residía;
La misma plaza en Chile hubo tenido;
Y en su tiempo el Arauco le temía,
Que á vueltas de las letras ha servido
A nuestro gran Filipo con la espada,
Andando tras la gente rebelada.
D. Francisco el Virrey, dicen, quisiera
Casar á Doña Juana de su mano:
A Garay le escribió que á Lima fuera.
Las cartas del Virrey fueron en vano,
Que el Licenciado Torres y de Vera
Habia madrugado mas temprano;
A Juan Garay hace su teniente,
Y vuélvele á enviar muy brevemente.
Matienzo en este tiempo presidía,
Y tiene del Virrey ya mandamiento
Contra Garay, que á priesa residía,
Temiendose de algun impedimento.
Tras él el Presidente al punto envía
A Valero, que sale como un viento,
Y con las provisiones le requiere,
Mas él, obedecerlas nunca quiere.
El buen Torres de Vera como entiende
Aquesto, determina de partirse
Al Rio de la Plata, que pretende
Del Virrey y su ira escabullirse.
Tras él saliendo Céspedes, le prende,
Que no le aprovechò con priesa el irse.
Triunfó Loyola de él con mucha estima,
Y luego le despacha para Lima.
D. Francisco le tuvo aprisionado,
En él ejecutando puras sañas;
A cabo ya de dias se ha librado,
Que el tiempo vemos cura mil marañas.
A su plaza despues que se ha tornado,
A cabo ya de dias tuvo mañas;
Como se vuelve á estar, aunque le quita
D. Diego cuando vuelve á la visita.
Mendieta pensará ya que le olvido,
Por ver que en el Perú ando olvidado;
Habiéndole yo mismo prometido
Decir aquí cuan mal se ha gobernado.
Andaba el sin ventura tan metido,
Y en fuego del amor tan abrasado,
Que las brasas de amor, y vivo fuego
Le tienen convertido en niño ciego.
Antiguos, que á Cupido celebrastes
Por Dios de amor, con arco y con saeta,
Y niño rapacejo le pintastes,
Con venda que la vista bien le aprieta;
No dudo sino que nos acordastes
Que habia de nacer este Mendieta:
Que si es ciego el amor y sin sentido,
No teneis que buscar otro Cupido.
Aunque á muchas mugeres requestaba,
Y á su gusto y mandado las tenia,
A una mas que á todas él amaba,
Que en hermosura á todas excedia.
Por esta de muy muchos se celaba,
Por esta á todo el mundo aborrecia,
Por esta tuvo orígen su locura,
Por esta feneció su desventura.
Por esta muchas fiestas se hicieron,
Por esta se jugó sortija y cañas,
Por esta toros bravos se corrieron,
Por esta se hicieron mil hazañas:
Por esta algunos justos padecieron,
Por esta vide yo muchas marañas,
Por esta andaba el pueblo alborotado,
Por esta se han los cuatro desterrado.
Por esta, una muger que fué nacida
En el Brasil, muy vieja, con gran saña
Me dijo "Ay, mi señor, como perdida
En otro tiempo, dice, que fué España
Por la Cava, esta tierra dolorida
Por está lo será; y pues que daña
La tierra tanto esta, procuremos
Que salga presto della y sus extremos."
Y aunque al Mendieta á veces sucedian
Disgustos, pesadumbres á manojos,
Y á él por esta causa aborrecian
Algunos, y le daban mil enojos,
Muy poco aquestas cosas le empecian,
Que mas amaba aquesta que á sus ojos.
Y así buen rostro á todos males hace,
Y en su gusto á su gusto satisface.
En una noche un page hubo hallado
Un papel bien cerrado, en que decia,
Que mal á todas gentes ha tratado,
Y agravia con molestia en demasia;
Y que no siendo en esto moderado,
El pago le dará Dios algun dia:
El pobre con enojo loco y ciego
Publica lo que dice el papel luego.
Comienza de hacer informaciones,
Y prende á los que estaban inocentes,
Y con algunas falsas relaciones,
Con prision atormenta á muchas gentes.
No sale con sus vanas pretensiones,
Aunque pone calor y grandes dientes;
Y así confuso deja la pesquisa
Del libello, diciendo que era risa.
Tambien prendió á una dama, porque habia
De la cárcel sacado á su marido,
Con crudo corazon y tirania,
En muy brava prision la hubo metido.
La triste con dolor así decia,
Su rostro de llorar muy consumido:
"Adonde estás, Filipo ¡Ay desdichada!
Doliéraste de verme maltratada."
"Sabráslo, pues, Rey mio, si plugiere
Al alto Rey de reyes, y sabido
El castigo harás que mereciere,
Quien con tanta crudeza me ha oprimido."--
"En tanto yo haré lo que quisiere,
Mendieta la responde embravecido,
Y vos prestad los pies á aquestos grillos,
Que habeis, por mas que os pese, de sufrillos."
Su marido de aquesta preso estaba,
Con dos pares de grillos y cadena,
Y aunque el Mendieta culpas publicaba,
La mayor no pesaba como avena:
Y como la muger se recelaba,
El alma de temor y miedo llena,
Al marido á sus cuestas ha sacado,
Y en la iglesia y sagrado lo ha encerrado.
A personas muy muchas oprimia,
A viejos Españoles muy honrados,
Que á los mozos traviesos consentia
En sus vicios andar muy desmandados.
Con esto y otras cosas que hacia,
Estaban los juicios ofuscados
De todos, el remedio no esperando,
Si no morir con pena suspirando.
Andaba la Asumpcion tan temerosa,
Que padres á los hijos no hablaban,
La muger del marido recelosa,
Las madres de las hijas se guardaban.
Justicia del Señor muy rigurosa,
Las cosas de Mendieta figuraban
Castigo en recompensa de pecados,
De los presentes vivos y pasados.
Los Españoles viejos muy ancianos,
Con su cabello blanco y barbas canas,
A la importuna muerte ya cercanos,
Cansados de sufrir cosas tiranas,
Echaban á monton juicios vanos,
Y fingiendo esperanzas muy cercanas,
Formaban el remedio deseado,
Y así crecia la pena y el cuidado.
Los clérigos y frailes muy á prisa
Avisos para España despachaban.
Mendieta en esto pone gran pesquisa,
Las cartas en zapatos despachaban:
El falso mensagero se lo avisa,
Y como en los zapatos se hallaban,
En callar se resumen suspirando,
Que el hablar se juzgaba por nefando.
En esto á Santa Fé quiso bajarse
Con vana presumpcion y bizarria,
Que es víspera cercana de acabarse
Sus quiméras y loca fantasía.
De mucha gente hizo acompañarse,
Que á fuerza de su grado le seguia,
Apenas, como dicen, ha llegado,
Y vése de prisiones rodeado.
La causa no pensada cierto ha sido,
Que no pudo hallarse fundamento,
Sino solo sentir como ha venido
De arriba del supremo firmamento.
Con Francisco de Sierra hubo tenido
Palabras, atencion pido á mi cuento,
Que no fué aquesta cosa fabulosa,
Antes la juzgo yo por milagrosa.
Aqueste Sierra era muy honrado,
Y de los naturales muy querido,
Hombre de presumpcion y muy soldado,
Por donde era de todos muy temido.
Despues que las palabras han pasado,
Mendieta le llamó, mas no ha querido
A su mando ir, que se recela,
Que Mendieta le llama con cautela.
A la iglesia se vá huyendo luego,
Que al fin bien vale mas salto de mata,
Que no de los amigos buenos ruego,
Segun el comun dicho dice y trata.
Mendieta sale al punto como fuego,
Y cuando nuestro Sierra no se cata,
De la iglesia le sacan sin recelo,
Sin dejarle llegar los pies al suelo.
Como sacan del templo consagrado
A Sierra con aquella pesadumbre,
El pueblo todo junto alborotado
Acude, y de mancebos muchedumbre.
Salió gritando á voces un soldado
Sin saber lo que es; que de costumbre
Tenia de gritar; sueltan á Sierra,
Y á Mendieta la gente toda afierra.
El pobre desque vió como aferraba
La chusma de èl, procura escabullirse
Con una poca gente que llevaba,
Que con él determina de huirse.
Como Sierra sintió que le dejaba,
Apenas acabó de desasirse,
Cuando con furia echó mano á la espada,
La chusma le acudió de mano armada.
Juntóse el pueblo todo con él luego,
Y viendo que Mendieta fué huyendo,
Cercáronle la casa, y pegar fuego
Querian; mas sintiendo el gran estruendo
Mendieta, con temor pide á gran ruego
Le dejen: la canalla le está oyendo,
Que dice, "por amor de Jesu-Cristo
Cesad, que de mandar yo me desisto."
El pueblo sosegó de aquel bullicio,
Y piden que dé fé un escribano
Como Mendieta cede de su oficio
Que aquesto dicen ser á todo sano.
Nuestro Rey lo tendrá por gran servicio;
El pueblo dice que este es un tirano;
Hágase aquí de todo buen proceso,
Y vaya este traidor á España preso.
Con él se habian, huyendo, retraido
Galiano de Meira, el bullicioso,
Y Ochoa vizcaino, su querido;
No sè cual de ellos era mas vicioso.
El pueblo con instancia le ha pedido
Que si quiere tener algun reposo
Aquestos eche fuera de la casa,
Sino que le harán en breve brasa.
Su perdicion el pobre conocida,
Hablándoles está de esta manera:
"Muy bien sabeis, amigos, por la vida
Se ha de aventurar cosa cualquiera:
Salid, porque pasada esta corrida,
Y vuelto yo á me ver en talanquera,
Yo os juro que de aquestas opresiones
Muy largo vengareis los corazones.
Salieron, que el salir era forzado:
Los alcaldes los prenden. A Mendieta
Dejáronle salir acompañado
De guardas, porque temen no acometa
Hacer apellidando mal recado,
Que alguna gente viene, aunque secreta,
Que le puede ayudar; mas el famoso
De Tebas, contra dos no es provechoso.
Con las guardas salía á pasearse
Al campo, por tomar algun consuelo:
No deja con lamentos de quejarse
De su triste ventura, y crudo duelo.
"¡Habrá algun tiempo, dice, de acabarse
Mi pena, mi dolor y desconsuelo!
Tendrán cabo mis males algun dia,
Pues lo tuvo mi gozo, y mi alegría!"
¡A que duro diamante no ablandára!
¡A que leon cruel no conmoviera!
¡A que hircana tigre no amansára!
¡A que pecho mortal no enterneciera,
Si el principio y el fin considerára
De aqueste sin ventura, su quimera!
Aquel verle en su trono colocado,
Y ahora por el suelo derrocado.
Maldita seas, Fortuna, loca, insana,
Ingrata, desleal y fementida,
Cruel, injusta, pérfida, profana,
Invida, desleal, desconocida,
Traidora, sin verdad, perra, tirana;
Mudable, sin compas, descomedida;
Seguid de la Señora sus preceptos
Que mas tiene de aquestos epitetos.
Anduvo, pues, el triste y afligido
Mendieta, algunos dias de esta suerte,
Confuso, sin favor, aborrecido,
Y aun temeroso mucho de la muerte.
En esto su proceso concluido,
Echáronle en prision segura y fuerte,
Con fin de despacharle preso á España:
Y oid de aqueste hecho una maraña.
Despáchanle con gente y marineros
En una muy hermosa caravela:
El alcalde Espinosa con mil fieros,
Con su gente le hace centinela:
Sin pasar veinte dias bien enteros
A San Gabriel llegaron, porque vuela
La nave, como un vivo pajarito,
Tambien con Espinosa su barquito.
Espinosa se vuelve désque habia
Llegado con Mendieta á aquel parage;
Su gente le ha rogado convenia,
Que un poco retorciese su viage,
Y que á San Salvador lleve la via:
Hicièronlo: Mendieta con corage
Bajaba por el rio suspirando,
Y á Dios venganza de esto demandando.
Garay, que del Perú viene huyendo,
Habiéndole Valero con presteza
Seguido, y estorbarle pretendiendo
La entrada, al Argentino sin pereza
Camina: mas Valero le siguiendo,
Sentido ha sido dél. ¡Cuanta tristeza
El pobre de Valero ha recibido,
Por ver que de Garay fuera sentido!
Valero una jornada atras camina,
Garay envia por él con tres soldados.
Preso, delante dél se determina
De un árbol le colgar; apiadados
Los que con él están, de aquella ruina,
Y de aquellos negocios mal guiados,
Rogaron á Garay le perdonase,
Y vivo por entonces le dejase.
La vida le concede muy rogado,
Aunque muerte civil allí le diera,
Habiéndole de boca deshonrado
Que mucho mas, decia, lo sintiera
Que haberle dado muerte y ahorcado.
Aquesto á mí Valero me digera,
Tambien Garay del hecho se jactaba,
Y en la Asumpcion á mí me lo contaba.
Dejóle allí llorando su ventura,
Y para que no pueda ir adelante
La cosa asegurar así procura.
Arrebata un agudo pujavante,
Y jurando cumplió luego la jura.
Despálmale la mula en un instante;
La mula con dolor está gimiendo,
Y Garay con los suyos vá riendo.
Allega á Tucuman de mano armada:
El Abrego que estaba gobernando,
Nunca supo de aquesta melonada,
Pasóse en breve á priesa caminando:
Que si la cosa fuera revelada,
El Abrego papeles ordenando,
Al Perú á Garay preso enviára,
De que el Virrey muy mucho se holgára.
Aunque es verdad Garay se defendiera
Y así con sus soldados lo ha tratado;
Con todo, yo bien creo no pudiera,
Que habia de quedar muerto ó ligado.
A cencerros tapados sale fuera,
Y con razon se juzga bien librado:
A Santa-Fé endereza su camino;
Valero á Tucuman en esto vino.
De lo pasado dando larga cuenta
Al Abrego, que estaba arrepentido,
Con ansias y dolor casi revienta,
Perdiendo la memoria y el sentido.
Por escrito muy largo, bien lo asienta,
Y á los Charcas el caso ha referido,
A dò Matienzo en breve ha despachado
Y al Virrey el negocio ha recontado.
En gran manera siente la huida
De Garay el Virrey; y se sonaba
Que corriera peligro de la vida
Si el Virrey le cogiera, y procuraba
Vengar la desverguenza cometida,
Que por tal, se decia, la juzgaba:
Que quieren los señores, segun veo,
Los sirvan á medida del deseo.
Garay á Santa-Fé llegó contento,
Y en breve á la Asumpcion ha procurado
Subir á remo y vela con el viento;
Salió de mucha gente acompañado:
Que esto de estar un hombre en grande asiento,
Y pròspera fortuna colocado,
Aumenta los amigos, y los criados;
Los pobres luego son desamparados.
Camina el rio arriba diligente,
Que fué muy ayudado de les vientos,
Y así bien se vencía la corriente,
Por dó se satisfacen sus intentos.
La ciudad le recibe incontinente,
Y algun tiempo estuvieron muy contentos:
Mas presto de otra suerte sucedía,
Que no puede durar el alegria.
Mendieta, que bajaba navegando,
Antes de salir al mar ha procurado
Tomar tierra, en la gente confiando
Que tiene el postrer pueblo allí poblado.
Por bajo Santa Fé vá atravesando,
Por medio de la tierra ya llegado;
Quirós, que allí mandaba, le recibe,
Mas luego al Espinosa se lo exhibe.
Espinosa le vuelve con presteza
A embarcar desde allí en la caravela;
El triste de Mendieta con tristeza,
En demanda de España dá la vela:
El Piloto, que fia en su destreza,
Con muy grande esperanza le consuela
Diciendo, que darán en San Vicente,
De á dó podrá volver con fuerza y gente.
Con temporal deshecho, ó de su grado
La costa del Brasil luego tomaron,
Y habiendo todos ya desembarcado
En el Rio Janeiro dó aportaron,
Mendieta su negocio recontado,
Los Lusitanos todos le ayudaron:
Determina volver, y fué de suerte,
Que de ello no sacó menos que muerte.
Rehechos, pues, de pocos adherentes,
Salieron del Brasil en su navío,
Al Ibiaza llegaron diligentes,
Con vana presumpcion y desvario.
Juicios, parecéres diferentes,
Dividen todo el reino y señorio;
Pues esto fué la causa feneciese
Mendieta, y su soberbia pereciese.
Así como tomaron puerto aína,
Mendieta en tierra salta, procurando
A todos maltratar con su maligna
Y brava condicion tiranizando.
La gente comarcana allí, y vecina,
De ver su crueldad está temblando,
Y los que con él vienen lo aborrecen,
Que sus cosas y hechos lo merecen.
Habíase con él desembarcado
Alguna de la gente que venia
En el navío á vueltas: un soldado,
Por no sé que temor, de él se huia:
Por engaño y palabras ya tornado,
En dos partes por medio le partia,
Y cuelga la mitad con la cabeza
En un palo, y en otro la otra pieza.
El piloto mayor, y marineros
Al viento dan las velas, temerosos
De ver aquestos locos desafueros,
Y al Paraná se vienen recelosos.
Dejáronle con siete compañeros,
Entre indios bautizados y amorosos.
En el navío dando vela al viento,
A Santa-Fé llegaron á contento.
Garay, que en la Asumpcion estaba, arruina
A todos por el suelo, sin derecho
Guardar, si no lo que él solo imagina
Que puede convenir á su provecho:
Y con una soberbia cruel, maligna
Encumbra su negocio hasta el techo,
Y pobre del que él hiere con su mano,
Que no hay pollo á quien hiera así el milano.
En esto se acordó hacer conquista
Al Nuara, que es indio muy mentado;
Hizo de los soldados una lista,
Y al pié de ciento treinta se han juntado.
Garay con mucha priesa pues se alista,
Que piensa en la conquista ser medrado;
Y el fin que se publica es, hacer guerra
Al indio levantado por la tierra.
Los indios Guaraníes rebelados
No acuden á servir como solian,
Y siendo, como son, ya bautizados
En ritos y abluciones se metian.
Serán aquestos cuentos relatados
En su lugar, y cosas que hacian:
Con este calor salen, pues, ligeros
Garay, y ciento treinta arcabuceros:
El rio arriba yendo navegando
Al Jejuí, muy hondo, rio pasaron;
Despues la tierra adentro van cortando,
Y al Ipaneme grande atravesaron.
En luengo dél arriba caminando,
A la Fuente de Lirios allegaron,
Dó nace el Ipané tan afamado,
A quien el indio llama _Desdichado_.
El piloto mayor con el navío,
Llegando á Santa Fé, salió gozoso:
Alaban los de allí su desvario,
Diciéndole que ha sido venturoso.
Mendieta quedó allá sin el navío;
Dó presto feneció, triste y lloroso:
Estotros placenteros con contento
De Santa Fé salieron con buen viento.
A la Asumpcion llegaron victoriosos,
Pensando que hicieron grande hazaña,
A donde los recibe muy gozosos,
Como si vueltos fueran ya de España.
En referir su cuento estan dudosos,
Que no saben cual cosa es buena ó daña;
Mas poco les costó, que es cosa usada
En las Indias costar lo malo nada.
El bueno allá padece cruda pena,
Y siempre le vereis andar corrido,
Y tiénelo á ventura, y dicha buena
Estarse en su rincon solo metido.
Al malo, mal suceso no le pena,
Que si hoy dos mil desastres le han venido,
Mañana le vereis con triunfo y gloria,
Perdida de sus males la memoria.
La causa de este mal es el anchura,
Y libertad tan grande permitida,
Que vemos una grande desventura,
Que la muy baja gente es tan tenida,
Como la que es mas noble de natura.
Es esta cosa allá tan conocida,
Que el zapatero vil y el calcetero
Se iguala con el noble caballero.
Preguntó un caballero Trugillano,
Llamado Luis de Chaves, ceceoso,
A Hernando Pizarro, cuyo hermano
Vencido fué de Gasca, el gran mañoso:
Que si allà en el Perú, al que es villano
Y al que es hidalgo y hombre generoso,
Les daban sus medidas bien cabales;
Pizarro respondió, que eran iguales.
Buen siglo, dijo el Chaves: allá tenga
En el Cielo mi padre, que ha dejado
Hacienda en esta tierra; allá se avenga
Aquel que por la plata allá ha pasado;
Que en mas estimo yo se desavenga
Conmigo aquel que en sangre no ha igualado;
Que la plata con esas confesiones
No es para quien tiene presumpciones.
Dejemos esto ahora, y revolvamos
A Garay, que se siente con pujanza:
Y porque por extenso lo digamos,
Hagamos aquí fin de aquesta estanza.
Y mas que en la siguiente recontamos
Del furioso arcabuz y de la lanza,
Conviene cosas nuevas y de espanto
Comenzar á contar en nuevo canto.