CANTO VIGESIMO-SEXTO.
_Como el Capitan Tomas Candish, señor de Mitiley, salió de
Inglaterra, y atravesò el Estrecho de Magallanes, y tomò tierra en
la Puna y Paita en el Perú, y de vuelta tomó un navio que venia de
la China._
La pérfida de sí misma olvidada,
De la insigne y famosa Inglaterra,
Isabela, la Reina depravada
En la Fé (que con Cristo nos encierra
En el aprisco y choza consagrada)
Procura en tanto grado hacer guerra
A nuestro gran Filipo, que cuajado
El mar trae de corsarios su mandado.
A un Tomas Candish, muy orgulloso,
Con armada despacha, pretendiendo
Que fuese como Drake venturoso:
A tiempo fué, que vide estremeciendo
De temor al Perú, y receloso.
De Chile vá la nueva discurriendo;
Pensabamos ser Drake el que venia,
Y tal era la fama que corria.
Entre soldados, gente desalmada,
Por trisca se decia, que sabido
De Drake, sea la nueva bien llegada:
Quizá que mudaremos el vestido,
Que nuestra profesion no está estimada,
No andando el enemigo embravecido;
Viniendo, pues, aqueste Luterano,
Podrános suceder dichosa mano.
Yo vide en Chuquisaca alborotada
La cosa, y el Audiencia despachando
A Lima ván correos; resguardada
La costa, presto fué gente juntando,
El Conde del Villar, de mano armada,
Con muchas prevenciones, procurando
Guardar al gran Señor su tierra sana,
Aunque venga la Reina Luterana.
Aquí dejar agora yo no puedo
De decir, y tocar muy brevemente
Una maldad diabólica, y enredo
Que el demonio fragó entre aquella gente
Indiana; que en pensarlo solo quedo
Confuso, y agenado de mi mente:
Que una carta á los ingleses escribieron,
Y en ella estas razones le dijeron.
"Ilustres mis Señores Luteranos,
Venid, porque os estamos esperando,
Que queremos serviros como á hermanos,
Vuestras cosas contino sustentando."
Estas cartas vinieron á las manos
De la justicia, el caso procurando;
Los indios que hallaron ser culpados,
Publicamente fueron castigados.
Tomas Candish pasó bien el Estrecho
Mas no tomó jamás en Chile puerto,
Que piensa de hacer mejor su hecho
Hallando algun navio sin concierto.
Guiado de interes en su provecho,
De la costa el camino lleva cierto
Al puerto Arica, mal fortalecido;
Y oid como la cosa ha sucedido.
En este tiempo estaba gran riqueza
De barras en la playa, y por el llano
La gente acude luego con presteza,
Y viendo que surgia el Luterano,
Sacaron fuerzas, todos, de flaqueza,
Pensando de probar allí la mano:
Los hombres con las armas acudieron,
Las mugeres tambien allí salieron.
De sus paños y tocas las banderas
Al aire desplegaban á menudo:
Las mismas que salian las primeras
Tornaban á salir, y nunca pudo
El Ingles entender estas quimeras;
Que guarda Dios, si quiere, sin escudo,
Y donde él no envía sus favores,
Enbalde son humanos guardadores.
A no caer el Ingles en el engaño,
Que causan con banderas y alboroto,
Hiciera en aquel puerto mucho daño,
Y fuera el miserable puerto roto.
Milagro fué, sin duda, y caso estraño
Estarse el enemigo algo remoto
De tierra por tres dias, contemplando
Lo que está nuestra gente maquinando.
Al cabo de tres dias, receloso
De que la gente está fortalecida,
Levó ferro con furia deseoso
De hallar dó pillar en su corrida.
Por el parage pasa, presuroso,
De Lima, dó la cosa conocida,
El Conde del Villar á Pedro Arana
Trás èl envia con gente muy lozana.
El enemigo yendo navegando,
Y tomando un navio en el camino,
Aquello que le agrada mas robando,
Al piloto llevarle le convino.
A la Puná su rumbo enderezando,
Que allí lleva su proa, y su designo,
Llegó estando todos descuidados,
Por donde fueron presto saqueados.
En Guayaquil en arma se pusieron,
Sabiendo que el Ingles allí ha llegado;
A la Puná en breve descendieron:
Tambien en Quito el caso relatado,
Capitan y soldados proveyeron;
Y habiendo á la Puná todos llegado,
Las dos cabezas mal se concertaban,
Por donde mas erraban que acertaban.
De Guayaquil Reinoso habia salido,
El cual por el Virrey allí mandaba;
De Quito el que salió ha pretendido
Mandar aquí, diciendo, que llevaba
Del Audiencia poder, dó fué elegido:
Así la cosa á tuerto se guiaba.
Tengamos, dice, el uno aquí sosiego:
El otro, dice, marchen todos luego.
Con toda su tardanza al fin llegaron
A la Puná, dó estando descuidada
La gente inglesa, ellos comenzaron
A darles una grande rociada;
Mataron veinte, dos les cautivaron.
La gente inglesa así desbaratada,
Recogese huyendo á una montaña,
Los nuestros se estan quedos en campaña.
De los navios jugando artilleria,
El enemigo á los nuestros daño hace,
Con su grave, importuna bateria,
En breve nuestro campo se deshace.
A lo alto de un cerro se subia,
De lo cual al Ingles mucho le place,
Que viendo á los cristianos retirarse,
En su lancha procuran embarcarse.
Quemó aquí un navio el Luterano
De los tres que traia, y á gran priesa
Se leva á la mañana muy temprano,
Y á Paita sin parar presto atraviesa.
Al Piloto echa en tierra de su mano,
A los de Paita enviando su promesa
De seguro, mas ellos no quisieron
Concierto, sino al monte se huyeron.
Saltó el Ingles en tierra, y al poblado
llegó con furia cruel y repentina;
Y como le ha hallado despoblado,
Con su rábia diabolica y maligna
A una Santa Cruz ha escopetado,
Robando lo que halla allí, camina.
El piloto quedó allí abscondido,
Que al alto con los nuestros se ha subido.
Arana, que venia muy pujante
Con dos fuertes y bellos galeones,
Con una veloz lancha de delante,
Allega á Manta. Salen escuadrones:
(Pensando ser ingles) en un instante
Cien soldados estaban chapetones,
Cincuenta vaqueanos, que Alvarado
Al punto los ofrece de buen grado.
Arana le responde, que su mano
Y diestra sola basta con su gente
Contra el poder y fuerza del tirano,
Que no quiere socorro de presente.
La costa corre toda el Luterano,
Arana se volvió muy diligente,
Aunque de nueva España se le envia
Aviso de que está en una bahia.
Candish, muy á su gusto á dar carena
Se mete en la bahia, que le place,
Sin temer de que cosa le dé pena,
Refresco toma, y agua y leña hace.
Su gente de dolor quita y agena,
Con la ocasion presente se rehace,
Y en la primera al viento vela dando,
La costa de la China va bojando.
De vuelta de la China, muy cargada
Encuentran una nave de tesoro:
A su diccion y mando fué entregada
Con suspiros, y lágrimas y lloro.
En breve ha sido toda despojada
De sedas, brocateles y fino oro.
Un clérigo allí viene enriquecido,
Que en verse así robado, está afligido.
De su plata y tesoro codicioso,
Con ánimo tambien de hacer hecho
De memorable fama y honroso,
Al peligro constante puso el pecho:
A sus amigos dice: "poderoso
Con vosotros me siento y satisfecho,
Si quereis ayudarme, mis hermanos,
Contra aquestos soberbios luteranos."
"Probemos, si os parece bien la mano,
Y en tiempo que del sueño esten vencidos,
Acuda cada cual á su tirano,
De suerte que la muerte adormecidos
Los coja, con favor del Soberano:
Pues son sus enemigos conocidos,
Favor nos dará Dios, pues que bien puede,
Para que con la vida nadie quede."
No pudo ser secreto este concierto,
Alguno al capitan lo ha revelado,
Y como fué en fuerte hora descubierto,
Al clèrigo de un mastil ha colgado.
Volvióse sin tomar Candish mas puerto,
Habiendo todo el Orbe rodeado,
Y entró en Inglaterra poderoso,
Muy rico, muy contento y muy gozoso.
La Reina luterana, como vido
El valor de Candish y su ventura,
Y el Diablo que tambien su tela ha urdido,
Despachan á Candish, el cual procura
De la ocasion ya ser favorecido:
Parécele gozar la coyuntura.
Salió de Inglaterra con pujanza;
Diré lo que sucede en otra estanza.