HD Lab: La-Argentina-La-conquista-del-Rio-de-La-Plata-Poema-historico

1602

ia600301.us.archive.org

- Annotations   ·   No Other Contributors   ·   CC0 1.0 License information Public Domain

CANTO CUARTO. _En que se trata de la mas cruda hambre que se ha visto entre los cristianos, la cual padecieron los de D. Pedro de Mendoza en Buenos Aires, y como se pobló el Argentino._ Lo que ha sido muy justo y bien ganado Muchas veces se pierde, como vemos: Pues de lo que con mal se ha grangeado, Que se pierda y el dueño esperaremos. Don Pedro de Mendoza fué soldado Cuando hubo disencion entre Supremos, Y al tiempo de pillar hinchò la mano; Mas todo su trabajo salió en vano. Borbon perdió la vida; Juan de Urbina Entrò en Roma cantando la victoria: De aqueste asalto y saco, y grande ruina D. Pedro enriquecido, en vana gloria, A D. Carlos pedia la Argentina Provincia, pretendiendo su memoria Levantar en conquista de paganos, Con dinero robado entre romanos. Como fuese de suyo gran guerrero, Viéndose de riquezas abastado, Ofrecióse à gastar mucho dinero, Y el Rio de la Plata ha demandado. Don Carlos, en valor claro lucero, El título le da de Adelantado; Y asì hizo una gruesa y rica armada, De gente muy lucida y extremada. Dos mil soldados salen de Castilla, Sin gente de la mar y marineros. Juntáronse en alarde allà en Sevilla, Y viendo tan lucidos caballeros, Salian á los ver á maravilla Tan apuestos à punto de guerreros: Mas dicen: "pues se van estos soldados, Recemos los oficios de finados." Al fin salió de España aquesta armada Muy rica, muy hermosa y muy lucida; De todos adherentes abastada, Aunque hubo despues hambre muy crecida. La gente que embarcó era extremada, De gran valor, y suerte muy subida, Mayorazgos è hijos de Señores, De Santiago y San Juan comendadores. Es Maestre de Campo un caballero Juan Osorio, que es hombre muy valiente, Tambien va Juan de Oyolas el guerrero, Medrano, Salazar, Lujan prudente. Otros muchos que van decir no quiero, Que cada cual bien puede ser regente: Mas Osorio entre todos se señala, Y en todo lleva à todos palma y gala. A Neptuno y sus ondas carniceras, Se entregan invocando à Santiago. Las naves van corriendo muy lijeras, Rompiendo con gran furia el ancho lago. ¡O lastima, y angustias lastimeras, Horrendo, y gran temor, ó crudo trago! Que tan brava tormenta se levanta, Que el mas fuerte y bizarro mas se espanta. D. Pedro con buen celo y pecho pio, En Dios pongamos, dice, la esperanza, Y pues es para mas su poderío, El nos darà muy breve mar bonanza, Los pilotos con grande desvarìo, Dicen que la tormenta va en pujanza: El tríste marinero con gran pena, No acierta al aparejo ni á la antena. Iza el trinquete, amaina la mesana, Aferra ese timon que imos perdidos; A la bomba, à la bomba muy de gana, Que seremos de presto sumergidos, Cual llama San Lorenzo, cual Santa Ana, San Telmo dicen otros afligidos, Otros San Nicolas, que puso quilla Y costado, de nos tenga mancilla. El sexo feminil y lacrimoso Levanta hácia el cielo vocería. Con la furia del viento tan furioso La una nave de otra se desvía; Mas volviendo la mar en su reposo Conviertese el dolor en alegría, Y llegan á Canària muy ufanos, Dò toman tierra, y salen muy galanos. Despues de haberse aquí ya refrescado, A proseguir tornaron su viage. Habiendo ya diez dias navegado, Hallàronse muy cerca del parage De las islas, y Cabo que es llamado _Verde_; enfermo asiento y estalage; Cansados del sañoso y largo lago, Tomaron la que dicen de Santiago. No estaba en este tiempo tan poblada, Como al presente está de Lusitanos: No está mucho la costa desvíada, Poblada de valientes Africanos: De color negra y son muy tisnada, Los que mas á Cabo Verde son cercanos, Y tienen en comun carniceria, De los negros haciendo anotomía. Tomòse de estas islas bastimento, Tambien se refrescaron los soldados, Y diòse con presteza vela al viento, Los ánimos de todos bien osados. Mas ¡Ay dolor! cuan presto à mas de ciento De poco prestarà ser esforzados, Que la hambre pasando de la zona A roso ni velloso no perdona. Con pròspero nordeste favorable Camina alegremente nuestra armada, Y el mar mas sosegado navegable, La lìnea en breve tiempo fué pasada Con viento en popa próspero y amigable, De Cabo Frio la punta ya doblada, En costa del Brasil tierra tomaron, Y aun isla Santa Bàrbara nombraron. Del gran Carlos las armas le pusieron Y posesion por él allì tomando, Y luego su viage prosiguieron, Y en el puerto de Vera le encerrando, Bien comiendo alegres estuvieron. Continuò por la playa mariscando, Que hay en aquel puerto grande suma De hermosos pescados como espuma. Estando pues aquí, ha comenzado El demonio sus cosas tan usadas; Salazar que con otros se ha juntado A Juan de Osorio dan de puñaladas. Envidia y cobardia lo han causado, Por ser las obras dèl tan señaladas: A don Pedro hicieron que creyese Que le iba en esta muerte el interese. Al principio el error, aunque pequeño, Grandìsimo se hace al fin y cabo. Era este caballero halagüeño Con todos; y en aquesto mas le alabo, Que en verle sacudido y zahareño Con nobles, de lo cual le desalabo: Que al mas pobre soldado en mas tenia, Que diez de presumpcion de hidalguia. Fué causa, segun dicen, esta muerte Tan fuera de razon, contra justicia, Del funesto suceso, horrible, y fuerte Del infeliz D. Pedro y su milicia. Que echada esta envidiosa y cruda suerte Con tanta cobardía y gran malicia, Comenzò à castigar Dios el armada, Con un grave flagelo y cruda espada. Desde que empieza el mundo está sabido El castigo que hace Dios eterno; Por vista de los ojos conocido, Está cuando la estima el Sempiterno: La muerte del que es justo y bien creido, Tenemos la castiga con infierno: Que la sangre de Abel el inocente Clamando está ante Dios omnipotente. Al fin de aquesta isla se ha pasado, Con algunos descuentos que no digo, Y el Rio de la Plata se ha tomado, Y el puerto San Gabriel de desabrigo. De allí luego pasóse al otro lado, A Buenos Aires, que es de mas abrigo, A dó fué el lastimoso acabamiento, De tanta bizarria, cual yo cuento. De ver era salir en aquel llano Al soldado valiente y caballero, De sedas y brocado muy galano, A guisa y parecer de perulero. Salìa con contento muy ufano, Y hasta el pobrecito marinero Aquella bella tierra contemplaba, Y à España no volver jamas juraba. A Juan de Oyolas hubo despachado Don Pedro el rio arriba, porque asombre Al indio. Va con èl un buen soldado, Llamado Salazar, valiente y hombre. Don Pedro en este tiempo hubo enfermado Del morbo, que de Galia tiene nombre: Con miedo de morirse en aquel rio, A Castilla se vuelve en un navío. Volvia, pues, D. Pedro en su viage A España sin haber puerto tomado: Empero á vueltas ya de aquel parage, Que llaman las Terceras, ha acabado. Asì no gozó bien ni su linage, El tesoro que en Roma habia pillado. Dichoso el que atesora allá en el cielo, Que es burla atesorar acà en el suelo. Quedò por Capitan y por Teniente, Y en muerte sucesor de aquella tierra, Oyolas, que fué arriba con la gente: Acà Francisco Ruiz hace la guerra En Buenos Aires, y anda diligente, Mas poco le aprovecha, que la perra Pestífera cruel hambre canina, A todos abandona y los arruina. La gente ya comienza à enflaquecerse, Las raciones se acortan cada dia, No puede el padre al hijo socorrerse, Que cada cual su muerte mas temia; Y aunque es muy natural el condolerse, Y cada cual del otro se dolia, Empero mas su vida procuraba, Y caridad de sì la comenzaba. Un hecho horrendo, digo lastimoso, Aquì sucede: estaban dos hermanos; De hambre el uno muere, y el rabioso Que vivo està, le saca los livianos Y bofes y asadura, y muy gozoso Los cuece en una olla por sus manos, Y còmelos; y cuerpo se comiera, Si la muerte del muerto se encubriera. Comienzan à morir todos rabiando, Los rostros y los ojos consumidos: A los niños que mueren sollozando Las madres les responden con gemidos. El pueblo sin ventura lamentando, A Dios envia suspiros doloridos: Gritan viejos y mozos, damas bellas, Perturban con clamores las estrellas. Es hambre enfermedad la mas rabiosa Que puede imaginar ningún cristiano: La mano està temblando temerosa, No quisiera de tal ser escribano. Mi Dios, por vuestra sangre tan preciosa, Libradme de este azote, que el tirano Que llegaba à tentaros, bien sabia Que es grave mal la hambre en demasia. Fuè cierto celebrada allí su saña, De aquesta matadora sin medida, Con tanta crueldad y tan estraña, Que no podrá de alguno ser creida, No hizo ella jamàs tal otra hazaña En Roma, ni en Judea referida, Como esta: de dos mil que se contaron, Con la vida doscientos no escaparon. No quiero referir estrañas cosas Causadas de esta perra y vil tirana, Que bien pudiera yo muy dolorosas. Una muger habia, llamada Ana, Entre otras damas bellas y hermosas; Tomò paga del cuerpo una mañana, Forzada de la hambre, y hecha iguala, Al pretensor envia en hora mala. Era el galan pretenso un marinero, El precio una cabeza de pescado; Acude à la posada muy ligero, Y viendo que la Dama le ha burlado, Al capitan Ruiz, buen justiciero, De la dama se habia querellado; El cual juzga que cumpla el prometido, O vuelva lo que tiene recibido. Maldito seas, juez, si no quisieras Mirar á nuestro Dios omnipotente, Y de esto à buen juzgar te conmovieras, Y à quitar el pecado subsecuente Por evitar la muerte, lo hicieras. Que claro està que el casto y continente Mejor pasa la hambre que el vicioso, Y dado al vicio y acto lujurioso. Sabemos, semejante á esta bajeza, Que causa otras dos mil esta traidora, Que aunque dice el refran, que no es vileza, Y ser con nuestro Dios merecedora Creemos la virtud de la pobreza: Sin su favor la perra es causadora, De hambre, que es un mal tan sin medida, Que darà el padre al hijo por la vida. Mas volvamos á Oyolas y su gente, Que sube el rio arriba muy gozoso. El puerto Paraguay, que es al presente, Hallaron del caribe belicoso. Poblado estaba aquì el fuerte y valiente, Yanduazubì, en la tierra poderoso Capitan, y cabeza que regía, Y toda la comarca le temia. Aqueste fuè en favor de los cristianos, Y hizo à Salazar que allí poblase. Oyolas pasò el rio y los pantanos, Diciendo á Salazar que le aguardase. Llegó donde hinchó muy bien las manos, Mas Dios no fué servido que tornase; Que Salazar no cumple el prometido, Por dó el pobre de Oyolas se ha perdido. El Paraguay arriba poco trecho Habia Juan de Oyolas navegado; Saltó en tierra, y camina bien derecho La vuelta del Perú, y bien cargado De plata, y à su gusto satisfecho, Volvió dò à Salazar habia dejado Con barcos y navios esperando, En tanto que la tierra iba talando. Salazar como viese que tardaba, Bajóse al Paraguay dó ya dijimos, El gran Yanduazubi-Rubicha estaba Con el gran Lambaré; y entrambos primos Le dicen, de lo cual mucho gustaba, "En tanto que nosotros dos vivimos, Ayuda te daremos como à hermano, A tí y todo nombre de cristiano." En esto vuelve Oyolas diligente Con plata, mas no halla los navios. El hecho viendo el indio derrepente, La carga de la plata deja y lios, Y acude contra Oyolas y su gente: No puede escabullirse, que los ríos Estan delante de él, y asì murieron El pobre, y los demas que con él fueron. Los indios, que esta gente aquí mataron, Payaguaes se dicen, belicosos: A muchos en mi tiempo cautivaron, Y yo tambien lo fuì de estos furiosos. Salazar, y los otros que bajaron Poblaron en el puerto muy gozosos. Las familias aumentan con sus hijos, Y se entregan à dulces regocijos. El guaranì se huelga en gran manera De verse emparentar con los cristianos: A cada cual le dan su compañera Los padres, y parìentes mas cercanos. ¡O lástima de ver muy lastimera, Que de aquestas mancebas los hermanos, A todos los que estan amancebados, Les llaman hoy en dia sus cuñados. A tal tèrmino llega aquesta cosa, Que cada cual vivia à su albedrio; Aquel que india tenia mas hermosa, Se juzga por mejor, y de mas brio. Y en siendole la india enfadosa Libello de repudio con desvio Concede, y toma á otra _mazacára_, Que manceba la llama á la clara. Mazacàra es un pece muy sabroso, Y tanto que los indios cosa rica Le dicen, por ser pece tan gustoso; Y el nombre de este pece el indio aplica Al amiga que tiene, deseoso De siempre la gozar, que significa Mazacàra la cosa que es amada, Que no enfada por ser muy estimada. No habia en este caso alguna enmienda, Por ser en general costumbre mala, Que aquel que convenia poner la rienda, Sin guarda de excepcion todo lo tala; Aprenden de la escuela y de la tienda En esto los demas todos de Irala; Que aunque era en muchas cosas concertado, En esto de la carne desfrenado. Y el mal era mayor y mas crecido: Que los gobernadores se han jactado De tener mazacàras; y ha venido A terminos la cosa, que tratado Con ellas han, é hijos han tenido En público, y por suyos los han criado. ¡Ved los pequeños tal que documento Habian de tomar de tal descuento! Cuanto convenga en tierra, cuando es nueva, Sembrar buena semilla, labradores, Era en los principios à dar prueba De virtud y bondad, predicadores. El dicho del poeta lo comprueba; Que el vaso en que una vez echan licores Guarda bìen el sabor siendo reciente: Así ni mas ni menos es la gente. Estando pues el pueblo muy ufano Al gusto, y paladar de su medida, Juzgaron por consejo bueno y sano A Irala obedecer toda su vida. Sobre esto muchos dicen ser tirano: Serà bien esta cosa conocida. De todo aquel curioso que leyere, El canto que tras este se siguiere. Que yo no he de juzgar aquì sus hechos, Decir lo bueno y malo me conviene. Confieso que hizo Irala mil provechos, Por dó en aquella tierra fama tiene. Algunos perseguidos y deshechos Por él fueron, y quiera Dios no pene En pago de sus culpas, y los males Que hizo á Diego de Abreu y leales. Mandando, pues, la tierra como digo Irala, y Buenos Aires despoblado, Cesado habia la hambre, y mucho trigo Tenian, y otras cosas que han sembrado. A la Asumpcion se suben al abrigo, Los unos y los otros se han juntado: Que la virtud estando bien unida Mas fuerte vemos que es que desparcida. Estando así, cualquiera procuraba Hacer casas, estancias y hacienda: Y aunque la dulce España deseaba, Y mas el que tenia alguna prenda, El imposible visto, trabajaba Cualquiera, por no haber plaza ni tienda: Por donde todos eran labradores, Monteros, hortelanos, pescadores. D. Carlos V. en esto ha proveido Por su Gobernador y Adelantado, A Cabeza de Vaca, que ha salido De allá de la Florida, donde ha estado Cautivo de los indios, y metido La tierra adentro à fuerza de su grado. Diremos de èl despues, en entretanto Cesemos hasta ver el quinto canto.