CANTO VIGESIMO-PRIMERO.
_Puebla Garay á Buenos Aires: levantase en Santa-Fé los Mestizos y
eligen por su General à Cristoval de Arevalo; el cual alumbrado de
Dios, cortó las cabezas á los principales del motin, y restituyó al
Rey su tierra._
Mi ronca voz desmaya, desque siento
El bravo laberinto en que me meto,
Habiendo de escribir el alzamiento
De la gente soberbia; que prometo,
Que si durára aquel levantamiento
Un mes, todo el Perú fuera sujeto
A la diccion y mando de tiranos,
Con solo la ocasion de estos livianos.
Habiendo de la guerra descendido,
Poblar á Buenos Aires fuè acordado:
De la Asumpcion Garay hubo salido,
De todos adherentes aprestado;
Con él muchos soldados han venido,
Y habiendo en Santa-Fé desembarcado,
Allì estuvieron dias esperando,
Los caballos, que vienen caminando.
Rehecha en Santa-Fé aquesta armada,
Camina á Buenos Aires por el rio,
Tambien por tierra va gran cabalgada
De gente, que no teme sol ni frio:
Y siendo ya la cosa bien guiada,
A pesar de la tierra y su gentìo,
Los unos y los otros allegaron
Al puerto Buenos Aires, y poblaron.
El guaraní penoso està mirando
La cosa como pasa, y determina
En èl, pasado tiempo, imaginando
El pueblo deshacer con cruda ruina,
La guerra por la tierra pregonando,
La gente se juntó circunvecina,
Y dieron á los nuestros grande guerra,
Los unos por la mar, otros por tierra.
En el puerto el navio surto estaba,
Con balsas y canoas à los lados;
La parte por aquí bien se guardaba,
Que todos bien estaban aprestados.
La gente que por tierra caminaba,
A media noche llega: los soldados,
Que estaban sobre aviso en centinela,
Salieron, y escuchad la escarapela.
Al punto que los indios grita dieron,
Soltaron mucha fuerza de flechazos
Con fuego, y las flechas encendieron
Las tiendas de algodon y cañamazo.
Con presteza los mozos acudieron,
Tirando tan terribles cañonazos,
Que cierto figuraba por el llano
Andar furioso y listo el dios Vulcano.
Tabobà, el valiente y animoso,
Por General venia de esta gente;
Andaba por el campo muy furioso.
A caballo salió muy de repente
Inciso, que en amores venturoso
Ha sido, y en la guerra muy valiente:
A su suegro imitando, en breve pieza
A Tabobá ha cortado la cabeza.
Los indios, como vieron que faltaba
El Capitan que fuerzas les ponia,
Y que el cristiano mucho mas ganaba,
Y su partido de ellos fallecía,
Al son de una bocina que sonaba,
En òrden cada cual se retraia:
Mas viendo que los nuestros les seguian
Sin órden, y con priesa, ya huian.
Habiéndose los indios, pues, huido,
Los nuestros han quedado sosegados;
Las tierras entre sí han repartido,
Contentos de se ver que están poblados.
A Castilla el navio se ha partido,
Llevando de estas cosas los recados;
De muchos sus maldades y sus tratos
Allá fueron metidos en zapatos.
La nave se partió muy presurosa,
De cueros y de azucar bien cargada;
La gente que và en ella, va gozosa
Con fin de dar la vuelta apresurada.
No và de ingles corsario temerosa,
Que en el aire parece que es llevada:
Con viento sur en popa navegando,
Por cima de las aguas va volando.
La gente, con su pueblo, que ha poblado,
Está contenta, alegre y placentera;
El fuerte tienen hecho torreado,
Muy cerca de la playa y la ribera.
Alegre está este sitio, acomodado,
De vista y parecer en gran manera:
Las cosas se dan todas de Castilla,
Que el temple se semeja al de Sevilla.
Estando la ciudad asì poblada,
La Trinidad por nombre le pusieron,
Y la gente en cabildo congregada,
Alcaldes ordinarios eligieron.
En esto en Santa Fè gran melonada
Se junta de mestizos, y escribieron
A Tucuman, al Abrego, diciendo
Lo que entre ellos andaban mal urdiendo.
Noticia los mancebos han tenido
De aquellas provisiones con que vino
Valero à Cotagayta, cuando ha sido
Despalmada su mula en el camino.
Pues esto, y otras cosas que han sabido,
Les mueven á emprender un desatino,
Tan fuera de razon y tan tirano,
Urdido de un juicio muy liviano.
Venialvo, Gallego, Ruiz Romero,
Y el gallardo de Leiva, muy valiente,
Villalta con Mosquera, compañero,
A su opinion trageron mucha gente;
El camino, decian, carretero
Es atajar el mal é inconveniente,
Que estamos de Garay muy oprimidos,
Conviene abrir los ojos y sentidos.
Servicio al gran Virrey, dicen, haremos
En prender à Garay malo y travieso,
Y libres deste caso quedaremos,
Si al Virrey le enviamos presto preso.
Del caso à Tucuman avisaremos,
Que no puede venirnos mal suceso:
A Villalta y Ruiz por mensageros
Al Abrego despachan muy ligeros.
Por dos veces ò tres se han carteado,
Y en breve se ha forjado la maraña:
Lo que Abrego con ellos ha tratado
No sé decir, que usò siempre de maña.
Una noche con cartas han llegado,
Y al punto con tirana y cruda saña
Prendieron al teniente, y à Olivera
Alcalde, y à un sobrino del buen Vera.
En casa de Venialvo se juntaron
Con cotas, arcabuces, morriones:
A la gente plebeya convocaron,
Con sus fingidas causas y razones.
Su maldito designo confirmaron,
Vencidos de livianas pretensiones,
Su muger al de Leiva le decia,
Que su pescuezo à esparto ya le olia.
El dice: "como Reyna, espera bella,
Muy rica, muy contenta, y gran señora."
"Al menos no seré, dice la bella,
Contra nuestro Filipo yo traidora,
Muger de traidor, sí: maldita estrella
La vuestra, y desdichada y triste hora,
En que fuistes conmigo desposado,
Pues contra nuestro Rey sois levantados."
Estando de esta suerte rebelados,
Eligen capitan que gobernase,
Y mandan que saliesen desterrados
Los españoles luego, sin que osase
Quedar alguno, tèrminos pasados:
Y el que tiene muger se la llevase,
Que solos poseer quieren la tierra,
Pues solos la ganaron en la guerra.
Arevalo por todos fué elegido
Por General, caudillo desta hecha;
Y aunque lo recusaba, no ha podido
Dejar de lo aceptar. Si fuè desecha,
No sè: mas ví que, el cargo recibido,
Un bando general y pregon echa,
En que manda que todos se juntasen,
Y municion con armas registrasen.
Acude Venialvo, que lo oyera,
Y con soberbia grande y arrogancia
Al General hablando, asì dijera:
"En eso pongo yo gran vigilancia,
Por ser cosa que à mi perteneciera,
Pues soy Maese de Campo, y la ganancia
O pérdida del campo se me fia,
Como á quien, bien sabeis, pertenecia."
El General responde: "aquel que tiene
Tal cargo, hacer todo lo posible,
En su tanto y manera le conviene."
"Haráse lo que fuere convenible,
Le dice Venialvo, y no le pene;
Y pues que es cortesano y apacible
El vulgo popular, en paz me tenga,
Que contra el Taborlan bastó que venga."
En su falso contento mal habido
Estaban estos tristes, procurando
Sustentar el tiránico partido
Contra quien lo impidiese, batallando.
El inmenso Señor ha socorrido
Con su favor, en muchos inspirando
A conocer el yerro y el engaño
De su gran perdicion y triste daño.
El General con otros, de secreto
Conciertan, y cualquiera bien le ayuda,
Que el remedio se busque mas perfeto,
Con que al real servicio bien se acuda:
Santa Cruz, un hombre muy discreto,
Ramirez, Aguilera, gran ayuda,
Con Juan Martin, y otros compañeros,
En este caso fueron muy lijeros.
De dos en dos, á un punto, concertaron,
Que acudan á herir á cada uno
De aquellos mas valientes que forjaron
Aqueste rebelion tan importuno:
Y todos juramento se tomaron
Sobre un libro misal, muy de consuno,
De morir, ó matar con propias manos
Al bravo Venialbo, y los tiranos.
Allega el General à la posada
De Venialbo, que estaba descuidado,
Y sale sonriendo á la parada:
Acude Santa Cruz muy denodado,
Y en el cuello le dá una puñalada:
Palabra Venialbo no ha hablado,
Que volviendo los ojos hàcia el cielo,
Al punto se tendiò muerto en el suelo.
La voz del Rey sonó muy prestamente:
Gallego con temor dice á Aguilera,
"Ayudame, compadre, diligente."
Responde, ayudaré de esta manera:
La cabeza le hiende por la frente;
Los sesos salen fuera la mollera;
Y dice: "no no hay compadre en tiranía,
Que el Rey es mi compadre en demasía."
Ramirez acudió y la parentela
Al bravo Leiva: el jóven que dormia
En camisa saliò, que á estar en vela
Mostràra su valor y valentia.
El hilo le cortaron de la tela
Que el triste sin ventura mal tegia.
Su esposa con dolor está llorando,
Y sus rubios cabellos arrancando.
Diego Ruiz, que estaba descuidado,
Oyendo la gran grita y el mormollo,
A la plaza salió, y despedazado
El un punto le ponen en el rollo.
Era, cierto, valiente y esforzado,
Y bello sin ventara este criollo:
Dañòle al fin la mala compañía,
Que natural muy bueno le tenia.
A Romero en aquesto mal herido,
Al pié del rollo estaban confesando,
Y en breve fuè del rollo suspendido,
Y à priesa à todos juntos cuarteando.
Por el campo y caminos repartido
Los cuartos sean, la causa publicando
Las letras que en los palos se ponian,
Que bien los que pasaban las leían.
El General soltó luego los presos,
Y al teniente le entrega la bandera,
Y hàcele, que forme los procesos,
De como sucediò de esta manera.
Mosquera, como vió tales sucesos,
A Córdoba camina à la lijera.
Rubira à la sazon allí mandaba
Y préndele, y muy presto le soltaba.
Villalta vide yo que se ha escapado,
El que hizo oficio de cartero;
Acòjese á los pies, y en emboscado
Dejó pasar el tiempo carnicero:
Despues en San Francisco se ha encerrado
Tomando al Guardian por su tercero;
Su causa entre compadres fenecida,
Escapa por entonces con la vida.
Algunos mas mancebos presos fueron
Que en aqueste motin fueron culpados;
Procesos contra todos se hicieron,
Mas fueron sobre peine fulminados.
Mosquera, y el Villalta, que huyeron
A Santiago, en mal punto ya llegados,
De su triste desastre dieron nueva,
Y á Lerma de su intento dieron prueba.
El Licenciado Lerma en este punto
Entraba á gobernar en Santiago.
Su venida no saben, y está junto
Con su gente haciendo grande estrago.
De amigos, y favor está disjunto
El Abrego en aqueste fuerte trago,
Y el Lerma pretendía así cojerle
Porque intencion traía de prenderle.
En el Perú la fama habia volado,
Con falsa presumpcion, ó verdadera,
Que aqueste Abrego estaba medio alzado;
Por tanto viene Lerma á la ligera.
Tomóle de improviso y descuidado,
Que no sé de otra suerte lo que fuera;
Envia seis soldados con su hermano
Antonio Mirabal, el sevillano.
De parte de su hermano le decía,
Que viene á le servir ya proveido
Por mandado del Rey, que acá le envía
Por su Gobernador. Mal lo ha sentido
El Abrego, que á Lerma conocía:
En cólera los dos se han encendido,
Y mientras algun tiempo se gastaba,
El Lerma con su gente ya llegaba.
Sintió, como llegó, que andaba estruendo,
Sonido de arcabuces y gran grita,
Al Abrego prenderle pretendiendo,
El Mirabal, vereis tanto se incita:
El Abrego la fuerza resistiendo,
Que se mete ya en colera infinita;
Estaba el sin ventura ya tan ciego,
Que poco aprovechaba con el ruego.
El Lerma le prendió, y puso prisiones,
Y á aquellos que al presente le ayudaron;
Que poco aprovecharon las razones,
Que en su defensa al Lerma presentaron.
De aqueste trance, bregas, y pasiones,
Algunas pesadumbres se inventaron:
Hernán Mésia y Sotelo aprisionados
Aquí fueron, que dicen ser culpados.
A tal punto, sazon, y coyuntura,
(Que cierto es de notar) llegando nueva
Del motin paragueño y su locura,
Tomó Lerma el principio de su prueba.
Movióles á venir su desventura
A Villalta y Mosquera. Cuanto deba
Huir de la ocasión quien ha pecado,
A todos la experiencia ya ha mostrado.
Para huir la pena del delito
Que dá Dios al que peca en la otra vida,
Conviene al pecador esté contrito,
Se culpa en confesion sacra plañida.
Mas suele otro castigo: ser inflíto
Por temporal justicia la huida,
Y salto de la mata es el remedio
Mejor, que no meter buenos en medio.
Mosquera se escapó bien de la ira
Y furioso tropel de sus parientes;
Y el triste de Villalta de la dira
Y brava confusion é inconvenientes
Mas ninguno de aquestos ambos mira,
Que huye el peregil, y que en las frentes
De entrambos nacerá con tal cogollo,
Y presto se verá puesto en el rollo.
De Lerma no huyeron la presencia,
Pensando recibir merced cumplida;
El pone en los guardar gran diligencia,
Y su causa y su culpa conocida,
Contra los dos pronuncia tal sentencia:
Que luego les privasen de la vida,
En el rollo fijando sus cabezas,
Y los cuerpos en palos hechos piezas.
Por indicios y causas que no cuento,
Que de estos los procesos estan llenos,
Al Abrego dá Lerma gran tormento
Con otros que no estaban muy agenos
De saber sus secretos: mas no siento
Los secretos si malos son ó buenos,
De Santa-Fé el motin bien impidiera,
El Abrego, se dice, si quisiera.
Murió á cabo de dias, y no habia
El Lerma su negocio fenecido;
Despues que muerto fué, se fenecía,
Y el negocio á los Charcas há salido,
El Audiencia lo hecho rescindía.
Hernan Mesía y Rubira han recibido
Contento con Sotelo, y se holgaban,
Por ver como por libres ya les daban.
Yo, cierto, que entendí de esta reyerta
De Santa-Fé algun tanto, y de aquel hecho
Por cosa averiguada tengo y cierta,
Que hizo Lerma en ir grande provecho:
Que en ver allá que estaba allí á la puerta,
Quien guardar procuraba el fil derecho;
La canalla Argentina reposaba,
Y el nombre de Fílipo celebraba.
Verdad es, que hay tambien otros quejosos,
Que dicen, por se ver muy afligidos,
Negocios de este Lerma escandalosos;
Mas eran enemigos conocidos,
Y á veces suele haber casos forzosos,
Que obligan á los hombres entendidos
A dar en Scyla de ojos, procurando
A Caribdis huir, que está esperando.
Victoria en esto viene, por prelado
Envía á su Dean que administrase,
(En tanto que el entraba) el obispado,
Y á Lerma le encargó le regalase.
El hácelo. ¡Cuan poco que ha durado!
Que no quiso el Dean mucho durase;
Que cierto el Lerma bien le regalaba
En su casa, y con honra le trataba.
En breve comenzaron de trabarse
Con chismes, y otras muchas niñerias;
El Dean deseaba señalarse
Con grande presumpcion y boberias;
Mas no le deja Lerma aventajarse:
"No es justo que suframos demasias,
Le dice: Padre, tenga sufrimiento,
No haga salga el hombre de su tiento."
Y luego, dice: "muestre los recados,
Que tiene por dó firma Licenciado,
Y de Dean tambien, pues prebendados
Nombrar solo á sí el Rey se lo ha dejado."
Estando sobre aquestos muy trabados,
La cosa á tal estremo hubo llegado,
Que por fuerza el Dean se determina
Partir para el Perú, y ya camina.
A Esteco se partió con gran enojo,
Que á su partir la fuerza le obligaba;
El Bachiller García diera un ojo
En trueco, por no ver lo que pasaba.
La barba, como dicen, en remojo
Echó, por ver la de otro se quemaba;
Con el Dean se vá, porque temía
Que lo propio será de él otro dia.
Dejemoslos hacer, que yo bien fio,
Que presto pagarán cierto el escote,
Que es gente aparejada á desvario,
Y andan, como vemos, muy de trote:
Y tratemos ahora del gran brio
Del capitan Francisco, crudo azote,
Que viniendo siguiendo su camino,
Del estrecho ha tomado el Argentino.
Y pues se han de contar maravillosas
Hazañas del cosario mas grandioso
Que escriben las historias mas famosas,
Y mas determinado y venturoso,
Conviene que pongamos tales cosas
En un canto por si maravilloso,
Pues puso en maravilla á nuestra España
El capitan Francisco y su hazaña.