CANTO VIGESIMO-SEGUNDO.
_Viene y atraviesa el Estrecho el capitan Francisco Drake. Prende
Lerma al Dean y religiosos en Tucuman. Tiembla, y húndese Arequipa.
Sucede la dolorosìsima muerte de Gil Gonzalez en Mizque._
No es justo al enemigo que tenemos
Celarle sus hazañas y sus hechos,
Ni dejar de decir lo que sabemos,
Que envidia es quitarle sus derechos:
Y mas que en esta historia pretendemos
A la verdad mirar, no á los provechos,
Ni vanas pretensiones; pues la nuestra
Es daros, mi Señor, de verdad muestra.
Y así justo será que por olvido
No deje yo á Francisco y su gran hecho,
Pues que en aquestos tiempos ha venido
Al Perú de su tierra muy derecho,
Y como el Argentino conocido,
La vuelta vá siguiendo del Estrecho;
Contando en breve suma esta hazaña,
Que es digna de contarse por estraña.
Aqueste inglés y noble caballero
Al arte de la mar era inclinado,
Mas era que piloto y marinero,
Porque era caballero y buen soldado.
Astuto era, sagaz y muy artero,
Discreto, cortesano y bien criado,
Magnánimo, valiente y animoso,
Afable, y amigable y generoso.
Mas, como lo mejor y necesario
Le falta, que es amor de Jesu-Cristo,
Emprende de hacerse gran cosario,
Y fúelo tal cual nunca se hubo visto.
De su tierra salió este adversario
Con armada muy fuerte, y vino listo
Por nuestra mar del norte navegando,
El Magallano estrecho demandando.
El Argentino toma, pretendiendo
En él hacer aguage de camino:
Del Estrecho la vuelta va siguiendo;
Un temporal deshecho sobrevino,
Con fuerza sus navíos sacudiendo:
El huracan, tormenta, torbellino,
A la costa una nave sin antena
Entregan desrumbada en el arena.
Tomando, pues, su gente el Luterano
En una sola nave, con osado
Y valeroso pecho, y viento sano
Al puerto de Leones ha llegado.
Sintiendo en su favor su suerte y hado,
El Estrecho embocò con buena mano,
Y en breve al mar del sur sale triunfando,
La tierra firme en Chile costeando.
La costa y tierra toda estremecía,
Las nuevas por los aires retumbaban,
La gente de los indios se temía,
Que muy mal se sonaba que hablaban.
Francisco con gran gozo y alegría
Navega, que los vientos le ayudaban:
A dos navios pequeños ha encontrado,
Y aquello les quitó que le ha agradado.
En Arica llegando placentero
A Roca le tomó su navichuelo;
Al triste que perdiera su dinero
Yo le ví lamentar con grande duelo.
El navío del Rey salió primero
Con la plata, á Arequipa va de vuelo,
Pues á Valencia, Arica cupo en parte;
Y oid del Trugillano su buen arte.
En Arica regia este la costa,
Dó viendo que el Ingles viene con brio,
A Arequipa despacha por la posta,
A que saquen las barras del navío.
Si no hacen aquesto entrará en costa,
Que Francisco llegó con grande pío,
Y entrando en el navío no ha hallado
Las barras, que en el agua se han echado.
El navío de Arica habia partido
Con las barras del Rey: con el aviso,
De Valencia en el agua se ha metido,
De que el Ingles se halla allí á repiso:
Y como en el secreto no ha caido,
De Arequipa se parte de improviso,
Al viento dando velas, porque estima
En gran precio tomar puerto de Lima.
A Lima se despacha mensagero
Por tierra á Arequipa: mas allega
El Ingles al Callao de primero,
Sin combate de mar y sin refriega:
El puerto reconoce placentero,
Y á las naves y barcos bien se pega,
A vista se nos pone y hace fieros,
Y en tierra algunos buscan agujeros.
En breve se conoce ser cosario.
Don Francisco Manrique á caso estaba
Aquí con su muger; el adversario
A media noche en punto se llegaba
Al puerto, donde fué muy necesario
Un caso, que diré que allí pasaba,
Que mechas de sus tocas ví hicieron
Las damas, y en lo alto las pusieron.
Doña María Cepeda con Mencia,
Su bella hermana, dicen á Manrique,
Que mechas encendidas convenia
Se muestren, y campana se repique.
El buen factor lo hace, y luego envia
Persona que al Virrey lo signifique,
Que tienen enemigos en el puerto,
Sin saber quienes son cosa de cierto.
El de Toledo á priesa hace gente,
Tocábanse las cajas y campanas,
Y con temor y miedo al mas valiente
Vereis cargar de hierro y partesanas.
El subito temor tan de repente,
Causaba andar las gentes como insanas:
Y como de este caso en duda estaban,
Con pequeño momento vacilaban.
La turbacion y priesa yo decilla,
Aunque quiera hacer un largo canto,
No podré: cabalgaba uno sin silla,
El otro aunque con silla con espanto,
El otro iba sin freno en su baquilla,
El pecador temía, y el mas santo:
Al fin todos estaban temerosos,
Y de futuros males recelosos.
Los negros la ocasion consideraron,
Y acuerdan entre sí un ardid famoso:
Los frenos á sus amos les hurtaron,
Ardid sutil de guerra y peligroso.
Entre ellos el concierto fabricaron,
Con animo maldito y alevoso,
Pensando que Francisca allí viniera,
Y en libertad á todos les pusiera.
Sus amos los caballos ensillaban
A gran priesa, de miedo todos llenos,
Y las espuelas calzan, y tomaban
Las lanzas en las manos: mas los frenos
No hallan, aunque mas los procuraban;
Que fué concierto hecho de morenos,
Que al blanco tienen tantos desamores,
Cuanto son diferentes las colores.
San Juan de Outon, navio muy nombrado,
Con la plata del Rey habia salido;
En breve el Luterano le ha alcanzado,
Y como de improviso le ha cogido,
Y el viento en aquel punto le ha faltado,
De su fuerza escaparse no ha podido:
A su diccion y mando le sujeta,
Y tomando la plata luego aprieta.
Aquesta fué la presa mas famosa,
Y robo que jamas hizo cosario:
Su hambre, tan canina y tan rabiosa,
De plata bien hartó aqueste adversario.
Que es cosa de decir muy mostruosa,
El número de plata, y temerario
Negocio nunca visto ni leido,
Que á cosario jamás ha sucedido.
Sin aquestos navios que he contado
De Chile, y en Arica al de la Roca,
Otros tomó tambien, que hubo encontrado
En los puertos sin gente y fuerza poca.
Despues á los Malucos engolfado,
A Tidore y Ternate presto toca,
Y junto á Gilo Gilo toma puerto,
Que llena su navío todo abierto.
En una isla pequeña despoblada
Saltando, un fuerte hace de repente:
La gente Lusitana congregada
Le envía á ofrecer alegremente,
Que de ellos ha de ser muy regalada,
Que lleve donde estan toda su gente.
No quiere sus regalos, les responde,
Y la plata só tierra bien la esconde.
El Rey de Gilo Gilo, el de Ternate,
Y Tidore con otros comarcanos,
Tuvieron con Francisco gran rescate;
De Seta aquestos son Mahometanos,
Tenian por entonces gran combate
Y guerra contra nuestros Lusitanos:
Ayuda les ofrece el Luterano,
De allá de la Inglaterra por su mano.
Con esto en breve pone en astillero,
En esta isla que he dicho, un buen navío.
Salió recio, veloz y muy velero,
En todo le ayudando aquel gentío.
De como allí llegó, al mes tercero
Dió velas á su nave con gran brio;
La costa de la India va bojando,
Y al mar del norte el rumbo enderezando.
En èl entrando rico y poderoso,
En sí mismo pensando su ventura,
Con ánimo gallardo y valeroso,
Que cierto le tenia de natura,
Navega muy alegre y muy gozoso,
Sin miedo que le venga desventura,
Que va de su ventura confiado,
Y el navío de barras bien lastrado.
Sarmiento en este tiempo se ha ofrecido
A embocar el Estrecho hácia España,
De Don Francisco fué favorecido,
Que se juzga esta cosa por estraña.
En su lugar y tiempo referido
Será aqueste negocio, y la maraña,
Que sin concierto y órden mal urdia,
Por donde mucha gente se perdía.
Volver á Lerma quiero. Tiene aviso
Que en Esteco el teniente mal se habia
Con el Dean; por tanto de improviso
A Mirabal su hermano luego envía.
El Mirabal aquesto solo quiso
Por achaque tomar, que aborrecía
Al pobre del Dean, de quien es fama,
Que toda la revuelta forja y trama.
En la Merced estaba recogido
El Dean D. Francisco de Salcedo,
De dó con dos ò tres hubo salido
En busca del teniente. No está quedo
El bachiller García, que ha venido
Con grita, barahunda, y mal denuedo;
Mas no hallando en casa al Benavente,
A la Merced se vuelve aquesta gente.
De los de la revuelta un conocido,
Que por nombre Felipe se decia,
A quien la justicia hubo querido
A Castilla enviar, pues convenia;
La culpa principal aquí ha tenido,
Que por costumbre vieja lo tenia;
Y de su mal vivir quiera dolerse
Nuestro gran Redentor, y él condolerse.
Al de Toledo aqueste, falseado
La firma, dicen, hubo con gran maña;
Y siendo su negocio comprobado,
Embarcarle quisieron para España.
A galeras estaba condenado,
Que fuè su culpa en forma muy estraña:
Mas tuvo tal industria este mestizo,
Que el juego, como dicen, maña hizo.
Al Audiencia de Charcas despachados,
Por Lerma fueron presto ya los presos,
Con papeles y causas y recados,
Formados á la larga los procesos.
Tambien salieron otros condenados
A galeras, por ser hombres traviesos:
Hernan Mesia, Sotelo con Rubira;
Su causa en el Audiencia bien se mira.
De ver era en la Plata las dicciones
Que habia de este caso, y pareceres:
Aquí vereis juntar conversaciones
De toda suerte de hombres y mugeres,
Soldados y vecinos en cantones,
Ni se trata de plata ni de haberes,
De solo Lerma ví tantas sentencias,
Cuanto eran de cabezas diferencias.
Tardéme yo en venir algunos dias,
Y estaba ya el negocio reposado,
Con todo algunos tienen sus porfias,
Que no les era el caso bien contado.
Que aunque hubo en el negocio demasias,
En parte fué muy bueno y acertado,
Que obligan los delitos muchas veces
A salir de medida á los jueces.
En Arequipa en esto ha sucedido
Una cosa muy triste y repentina,
Y tanto, que yo vide conmovido
Al Perú con dolor de tan gran ruina.
Y pues de lamentar tanto ha sabido
Desde su fundacion nuestra Argentina,
Lamente aqueste caso lastimero,
Que por famoso aquí contar le quiero.
Habia un gran presagio sucedido,
Que oyeron por los aires tintinando
De cajas y atambores gran ruido,
Que en concertado son iban sonando.
Cometas por el cielo han parecido,
Que acá y allá contino andan errando:
El aire obscurecido y tenebroso,
Promete fin horrible y espantoso.
Estando el pueblo alegre y descuidado,
En sus casas comiendo cada uno,
Con un furor horrible desfrenado,
Se forma un tal temblor tan importuno,
Que sale cada cual desatinado,
El remedio buscaban oportuno:
Y huyen, no esperando el hijo al padre,
Ni al hijo su querida y dulce madre.
Amigos á otros fueron muy propicios
En este aprieto, dandoles ayuda:
Caíanse los fuertes edificios,
Que muy poco el cimiento les ayuda.
Con la puerta, que queda sobre quicios,
Aquel que mas no puede bien se escuda,
En tanto que el umbral no se hundía,
Y viene todo allí de Romanía.
El triste, que procura de la tienda
Librar lo que ha ganado con trabajo,
Perece con su mísera hacienda,
Quedando por sacarla de debajo.
Muy larga se le hace aquí la senda
Al que es gordo y pesado, y tiene bajo;
Que el mas suelto y ligero mas corria,
Y de su ligereza se valía.
Trecientas y mas casas se cayeron,
Y templos muy lucidos y labrados,
Y mas de treinta hombres perecieron,
Sin indios só la tierra sepultados.
De espanto y miedo algunos se murieron,
Cayendo de su estado desmayados;
Que viendo se hundia tierra y suelo
Pensaban se venia abajo el cielo.
A mediodia sucede; que si fuera
De noche aquesta ruina dolorida,
Sin duda mucha gente pereciera
Sin poder escaparse con la vida.
De su casa salir nadie pudiera,
Que le fuera imposible la salida:
Pues era tan dificil con luz clara,
¿Qué fuera, si de noche les tomára?
Una boca terrible y espantosa
Está junto á Arequipa, ¡ó Dios Eterno!
Que vos hicisteis cosa tan mostruosa,
Que bien se dice boca del infierno.
Aquesta dicen fué causa forzosa
De aqueste terremoto, y que el caverno
Con furia levantó la gran tormenta;
Aquel volcan azufre y fuego avienta.
Pues no bastó el temblor tan espantoso
Para que una mestiza se enmendase,
Que fraguado tenia un mal famoso,
Que quiso de su mal fama durase.
La triste, no pudiendo ver su esposo,
El Diablo la aconseja le matase,
Pensando desposar ella consigo
A un mozo que tenia por amigo.
Al cual de su propósito maligno
La moza le dá parte placentera:
El mozo en el concierto luego vino,
Que amaba á la mestiza en gran manera.
En una huerta está junto á un camino,
En medio de un vallado, una higuera:
Aquí, despues de muerto, le han colgado,
Fingiendo que murió desesperado.
La moza le ahogó, cuando dormia,
Con un lazo y cordel muy corredizo:
Con ella está presente, que lo via,
El nuevo sucesor, y mal mestizo,
El cual al muerto luego suspendía.
El ruido que forman es hechizo,
Celando, y encubriendo su contento
Con un fingido y falso sentimiento.
Al tono de este caso doloroso,
Diremos otro aquí mas lamentable.
En Mizque, valle fertil, provechoso,
Dó Baco tiene asiento favorable,
Estaba Gil Gonzalez, hombre honroso,
A su esposa y muger muy amigable:
Al parecer tambien ella le amaba,
Y como á su marido regalaba.
Catalina, verdugo sin consejo,
Ingrata á tanto bien como tenia,
Habiendo muerto el padre, como viejo,
Con el marido á veces mal se habia.
Matarle determina: el aparejo
En un mozuelo halla, á quien quería
En un supremo grado; de tal suerte,
Que á todos tres causó su querer, muerte.
En casa le tenian hospedado,
Nacido era en la villa de Oropesa;
Del pobre Gil Gonzalez regalado,
Comiendo de ordinario en propia mesa;
Empero de sus padres mal criado,
Y así de condicion mala y aviesa,
Por sus grandes delitos y malicia
Desterrado le habia la justicia.
Conciertan, pues, los dos quitar la vida
Al pobre, que vivia sin recelo:
El Juan Rodriguez dióle una herida,
De que cayó el Gonzalez en el suelo.
La maldita verdugo, luego asida
Del triste que la pide á ella consuelo:
"No es tiempo ya, le dice, perro perro."
Y el mozo por la llaga mete hierro.
Espira el sin ventura sollozando,
Diciendo: "¿muger mia, qué os he hecho?"
La verdugo cruel le está arañando
El rostro y el pescuezo con el pecho.
Fingiendo que se duele, esta gritando,
Y su marido, dice, que del lecho
Cayó, con un dolor crudo muy fuerte,
Con ansias revolcando de la muerte.
Los lutos se sacaron con contento,
Las lágrimas son risas de heredero
Y muy de presto ordenan casamiento,
Por mas presto venir á pagadero.
A penas se acabó el enterramiento
Desposanse los dos: el paradero
Fué muerte acabadora de contentos,
De bienes y de males, y tormentos.
¡O cruda ingratitud, tan celebrada
De hembras por el mundo, como vemos:
Es posible, que siendo tan usada,
Jamas de su rigor huir podernos!
La culpa nuestra bien está probada,
Pues de muger sabido ya tenemos,
Que no puede regirse por consejo,
Pues tiene de razon poco aparejo.
Vereis que al parecer muy tiernamente
Os aman por extremo sin medida,
Y al contrario vereis muy de repente,
Que sois la cosa mas aborrecida
Que se puede hallar entre la gente.
Aquesta usanza bien es conocida.
Por dó decir podremos, de la hembra
Mudanza cojerá quien amor siembra.
Fiad de la muger, por vida mia,
Vereis cuan mal acude la fianza.
Si acaso es principal y de valia,
Contino está pensando en su mudanza:
Siendo de baja suerte, noche y dia.
Pues ¿quien tendía en muger ya confianza,
Sabiendo que en su pecho está estampada
Y al vivo la mudanza retratada?
Y si alguna excepcion hallar queremos,
No es justo la busquemos en la tierra,
Que no se hallará, aunque trabajemos,
Que á firmeza interes presto destierra.
En el Perú aquesto bien podemos,
Probar, que árbol alguno no sotierra
Sus raices, aunque sea de grandeza;
Pues, ¿como la muger tendrá firmeza?
Catolica y beata gran corona
De exemplo y de virtud, Reina Isabela,
De quien su eterna fama bien pregona,
Que sobre el candelero fué candela:
Dijistes, gran Señora, á una persona
(Quien hay que de tal cosa no se duela)
De firmeza no habrá solos matices,
A dó el árbol no cubre sus raices.
No es justo ya tratar mas de firmeza,
Mayormente de damas, pues por gala
Ya tienen la mudansa, y por bajeza
Entre ellas ya se juzga, y cosa mala
Guardar la fé al galan, que es gran proeza,
Echarle al mejor tiempo en hora mala:
Que en remedio de amores han leido,
Que al amor, nuevo amor ha socorrido.
Y porque disgustudas mas no sean
Las damas de este canto y de mi rima,
El siguiente les pido yo que lean,
Que en él he de tratar cosas de Lima.
A vueltas del Concilio quiero vean,
Que hay en el Perú damas de estima;
Que no es en esta historia mi designo
Quitar de su valor al rubí fino.